Como miles de niñas y niños en Gaza, Sara* ha perdido su hogar y se ha visto obligada a desplazarse en numerosas ocasiones debido a la grave crisis humanitaria que sufre el territorio. Ahora vive con su madre y su familia en un campamento de desplazados en el norte de Gaza, donde luchan por sobrevivir en condiciones extremadamente difíciles. A todas estas dificultades y traumas se sumó la muerte de su padre, lo que supuso un desafío emocional al que ha sido complicado sobreponerse, acentuado por una situación familiar en la que su madre quedó como única responsable del hogar.
Sara tenía solo ocho años cuando murió su padre, que había sido un referente de seguridad y refugio para ella; la mano que sostenía la suya en la calle y la voz que la tranquilizaba a la hora de dormir. Su muerte ha dejado un enorme vacío en su corazón y ha proyectado una sombra de tristeza sobre su vida.
Sara recuerda con precisión el día en que perdió a su padre. “Baba salió a por una bolsa de harina, pero nunca volvió, explica”. Había ido al cruce fronterizo de Zikim, en el norte de la Franja, con la esperanza de conseguir harina de las entregas de ayuda humanitaria, acabó siendo uno de los asesinados mientras hacía cola. Desde aquel día, la “bolsa de harina” se ha convertido en un símbolo de pérdida para la familia.
El personal docente del centro de aprendizaje temporal al que asiste Sara notó el cambio de actitud en ella. Era una niña vivaz, pero se volvió callada y retraída. Se sentaba en silencio y ya no levantaba la mano para responder a preguntas en clase ni para participar, a causa del trauma y el abatimiento por la pérdida de su padre.
Al reconocer que necesitaba apoyo psicosocial, los maestros le dieron una atención especial, alentándola poco a poco a participar nuevamente en clase y proporcionándole el cuidado necesario para que comprendiera que no estaba sola. Para Sara, el centro de aprendizaje no es solo un lugar de estudio, sino un segundo hogar donde se siente protegida y cuidada. “Nos hemos mudado de una casa a otra, pero aquí, junto a los que me han ayudado, me siento en casa”, dice Sara.
Sara ha recibido apoyo de la Save Youth Future Society (SYFS), que cuenta con financiación de Plan International. SYFS gestiona centros de aprendizaje temporales en la Franja de Gaza que ofrecen servicios educativos y de apoyo psicosocial de alta calidad a niños y niñas desplazados por el conflicto, ayudándoles a acceder a la educación a pesar de la destrucción de escuelas y el desplazamiento forzado, ofreciendo clases básicas de alfabetización y matemáticas, además de la asistencia psicosocial necesaria frente al fuerte impacto en el bienestar mental de las niñas y niños en Gaza.
Poco a poco, Sara empezó a recuperarse y volvió al centro de aprendizaje con las ganas y la energía renovadas. Ahora puede reír y jugar con sus amigos, participar en las clases y tiene planes para un futuro prometedor. “Quiero crecer para ser maestra y dar esperanza a los niños y niñas como yo”, dice. “He aprendido a ser fuerte.”
*El nombre ha sido cambiado para proteger su identidad.



