Andrea es niña apadrinada desde los 2 años de edad. A sus 12 años, en el 2022, participó en una Escuela de Liderazgo en Montecristi, Manabí, provincia ubicada en la Costa ecuatoriana. En este espacio aprendió sobre temas como la autoestima, los derechos sexuales y reproductivos y el liderazgo. Fortaleció también sus habilidades de comunicación, lo que le motivó a mejorar su relación con sus amigas y compañeras.
Esta experiencia la animó para trazar su proyecto de vida: ser médica. Esta profesión se ha convertido en su mayor sueño y Andrea sabe muy bien que puede lograrlo.
Su vida ha estado marcada por una enfermedad repentina que actualmente le dificulta caminar y moverse, entre otras problemáticas. Esta afecta principalmente a personas en la Costa y ha sido su mayor obstáculo y a la vez su mayor motivación para demostrar su capacidad y salir adelante.
En mayo del 2022, el mes de su cumpleaños, una noche y de manera inesperada, Andrea empezó a sentir cansancio, dolor en las articulaciones, vómito, y fiebre de 40 grados. Su madre Ana María y su padre Leopoldo la llevaron al médico donde le suministraron un suero y le dieron medicinas para ver cómo evolucionaba en los próximos días. Cuatro días después, el cuadro clínico empezó a empeorar; Leopoldo y Ana María llevaron a Andrea al hospital público donde tuvieron varios inconvenientes para lograr que la atiendan.
Andrea tuvo que ser entubada y debido a su estado crítico la ingresaron a la unidad de cuidados intensivos. El personal médico dio muy pocas esperanzas para su recuperación, el reporte médico señalaba que el cerebro y cerebelo estaban afectados. El tratamiento no dio los resultados esperados; su madre y padre se aferraron a la vida de su hija y decidieron con firmeza continuar luchando.
“Pasaron veinte días pasaron y mi hija no despertaba, le hicieron una traqueotomía, el doctor me dijo que la mejor opción era desconectarla, que aún Leopoldo y yo éramos jóvenes y merecíamos seguir con nuestras vidas, me negué rotundamente”, comenta Ana María.
Después de más de un mes, Leopoldo al visitar a Andrea y hablarle a pesar de estar “dormida,” notó que ella movía los ojos, después sus dedos y finalmente despertó al escuchar la voz de su papá.
“Cuando me desperté no podía hablar, la parte derecha de mi cuerpo no se movía…hoy estoy lista para seguir construyendo mi proyecto de vida”, recuerda Andrea.
Andrea estuvo hospitalizada un mes en la UCI y dos meses en el área de pediatría, su cuadro clínico fue consecuencia de una negligencia médica ya que el diagnóstico de su sintomatología era dengue hemorrágico.
“Gracias al programa de apadrinamiento de Plan International mi hija recibió apoyo económico, con esos recursos logramos comprar la medicina, costear las terapias y demás necesidades”, menciona Leopoldo orgulloso del progreso de su hija y feliz por el apoyo que le ha brindado.
Andrea mira con ternura y finaliza su historia diciendo: “Mi mamá es quien me viste, peina, lleva al colegio, me acompaña y ayuda a estudiar; estoy segura que con mi fortaleza, perseverancia, resiliencia y valentía pronto retomaré mis actividades; aún no logro escribir, pero sé que lo voy a lograr porque quiero llegar a ser una gran doctora, ya no forense, ahora quiero salvar vidas como salvaron la mía”.
Jóvenes como Andrea, resilientes y optimistas, demuestran que cuando hay necesidades y compromiso se puede salvar vidas. En este caso, el apoyo que obtiene del patrocinio ha sido fundamental para su proceso de recuperación.