El valor de las oportunidades en la vida de las niñas. El caso de Jessica.

Jessica, de 31 años, es una mujer que ha convertido sus desafíos personales en una fuente de fortaleza y transformación para su vida. Es originaria de Chumbivilcas, en Cuzco, en el sur de Perú, donde convive con su marido, que tiene una discapacidad. Esta situación la ha llevado a asumir múltiples responsabilidades para sostener a su familia. Sin embargo, Jessica afronta cada obstáculo como una oportunidad para crecer y contribuir al bienestar de los demás. 

Jessica ha demostrado su espíritu resiliente desde que era muy joven, cuando formó parte del programa de apadrinamiento de Plan International. Aunque el programa acabó cuando cumplió 18 años, su conexión con la organización no lo hizo. Más tarde, a sus 24 años, se unió al “Preparing for Life Project”, convirtiéndose en una de las 110 jóvenes emprendedoras premiadas con una suma de dinero para comenzar su propio negocio.  

Participar en programas de Plan International le dio el conocimiento y las herramientas para emprender y confiar en unas capacidades que no sabía que tenía. “Antes, tenía miedo de hablar en público; me daba vergüenza. Pero gracias a la formación, he aprendido a expresarme con confianza”, dice con orgullo. 

Más adelante viajó por primera vez en su vida a la capital del país, Lima, para participar en otra oportunidad de formación, donde experimentó un crecimiento personal aún más profundo. “Al principio, me sentía fuera de lugar; incluso lloré. Pero las mujeres que estaban allí me motivaron y me dijeron que podría con ello y que crecería más a partir de esa experiencia”. 

De vuelta a casa, Jessica decidió que quería hacer algo para ayudar, así que se convirtió en voluntaria para otros programas de apadrinamiento con Plan International. A pesar de sus responsabilidades familiares, encontró el tiempo y la energía para apoyar a los niños y niñas en su comunidad. 

Su motivación para mejorar la vida de la infancia en su comunidad nace de su propia experiencia. Su hija también participa en el programa de apadrinamiento de Plan International, y Jessica se llena de alegría al ver la emoción de la niña cada vez que recibe una carta de sus padrinos. Además, ayuda a otros niños y niñas que enfrentan dificultades para leer las cartas o escribir una respuesta. 

“No me pagan, pero lo hago con orgullo. Sé que estoy ayudando a niños y niñas a crecer sin miedo, a hablar por sí mismos y a defenderse”. Además de entregar cartas, Jessica se encarga de alertar a las autoridades cuando se detectan casos de violencia y, en ocasiones, acompaña a las familias más vulnerables a denunciar incidentes, siendo una aliada clave en la protección de la infancia en la comunidad. 

Tras 30 años trabajando en Chumbivilcas, Plan International se está retirando de la zona, dejándole la responsabilidad de continuar con el trabajo realizado en estas décadas a las autoridades locales. A raíz de esto, Jessica manifiesta que son tiempos de incertidumbre, pero también de reflexión y cambio. 

“Plan International solía ayudar cuando se necesitaba. Ahora, va a ser decisión del ayuntamiento, pero aquí hay cosas con difícil solución”. No obstante, en vez de darse por vencida, Jessica está colaborando con otros voluntarios y voluntarias de su comunidad para formalizar el grupo y continuar con el trabajo que hacen en la zona. 

El objetivo de Jessica es claro: continuar desarrollando sus habilidades de liderazgo. Este año, ella va a ser la presidenta de su distrito, y está determinada a fortalecer su comunidad. Además, espera continuar con sus estudios y tener una carrera que le permita generar impacto en muchas más vidas. 

“Gracias a Plan International he aprendido a creer en mí misma, a decir lo que pienso y a liderar. Ahora es mi turno de seguir con ese legado y asegurar que ningún niño ni ninguna niña tenga que enfrentarse al mundo solo”. 

Plan International ha trabajado en Chumbivilcas durante más de tres décadas, promoviendo los derechos de la infancia y la igualdad para las niñas. A través de proyectos de educación, salud, protección frente a la violencia y empoderamiento económico, miles de niñas, niños, adolescentes y jóvenes han tomado conciencia su potencial. 

Historias como la de Jessica demuestran el impacto duradero de estos programas en las comunidades. A pesar de que la organización ya no va a estar presente en esa provincia, el legado de nuestro trabajo, liderazgo, y la esperanza permanecerán en todas las personas que han formado parte de esta travesía.