En Haití, la violencia de las pandillas ha obligado a más de 1,3 millones de personas a abandonar sus hogares, incluidos cientos de miles de niños y niñas. Marie*, y sus dos hijos Junior* y Teta* son un ejemplo tras haber tenido que huir de Puerto Príncipe en 2021 por el aumento de la violencia.

“Gastamos todo el dinero que teníamos para construir una casa. Luego, las cosas se fueron de control. Hombres armados tomaron la zona, y vinimos aquí”.
Su huida fue aterradora. Después de haber dejado su casa a medio construir y la mayoría de sus pertenencias atrás, la familia tuvo que sortear peligrosos bloqueos en el camino. “En la carretera, no nos dejaron llevar nada con nosotros”, dice Marie. “Nadie tuvo tiempo de llevarse nada. La zona ya había sido entregada”.
Pasaron por zonas volátiles como Martissant, donde los bloqueos podían volverse mortales en cualquier momento. Finalmente, llegaron a Grand´Anse, el lugar de nacimiento de Marie. Sin embargo, después de haber vivido durante años en la ciudad, este lugar ya no le resultaba familiar. Alquiló una casa modesta, con la esperanza de recuperar algo de normalidad. “Aunque no estemos al 100 % cómodos, he tratado de asegurarme de que pudiéramos encontrar algo de consuelo”.
Sin embargo, la seguridad sigue siendo esquiva en Haití, donde más de 1,3 millones de personas, incluyendo 700.000 niños, han sido desplazadas, lo que representa un aumento del 24 % desde diciembre de 20241. Más de 1.600 escuelas han cerrado debido a la violencia, interrumpiendo la educación de más de 243.000 niños y niñas2. Muchas escuelas ahora sirven como refugios o están ocupadas por grupos armados, dejando a la infancia vulnerable ante la explotación, el abuso sexual y el reclutamiento por pandillas.
Marie y su familia tuvieron que enfrentarse de nuevo a estos riesgos al asentarse en su nueva comunidad. Un día en la iglesia, envió a Teta a dar un recado. La niña de 13 años, que llevaba una tableta, se encontró con un hombre que hizo comentarios sexuales inapropiados. Afortunadamente, Teta tuvo la idea de grabar la conversación y quedó registrado el intercambio con el extraño. “Ella tenía una tableta y el hombre le dijo cosas sexuales, pero ella es inteligente y grabó lo que dijo”, explica Marie.
Informaron del incidente a los líderes locales, pero no se tomó ninguna medida ya que no hubo contacto físico. “La gente me dijo que dejara el asunto porque no había ido demasiado lejos”, dice Marie. Sin embargo, el suceso no se olvidó y algunos niños del vecindario se metían con Teta por ello. “Finalmente nos dimos cuenta de que si hubiera habido contacto físico, habría sido peor”.
La familia ha tenido dificultades para adaptarse. En Puerto Príncipe, Marie mantenía a sus hijos cerca y los disciplinaba. Ahora, influenciados por niños locales con un espíritu más libre, Junior y Teta andan más por su cuenta. “Ha habido un cambio en el comportamiento de mis hijos,” señala Marie. “Están empezando a hacer lo mismo.”
Teta, una niña brillante y enérgica, comparte su propia perspectiva: “He estado viviendo aquí durante cuatro años. Me fue difícil adaptarme al modo de vida porque no me crié aquí.” Pasa sus días yendo a la escuela, haciendo tareas, buscando agua, jugando al fútbol como centrocampista o cantando. “Quiero ser artista, enfermera o futbolista,” sueña. “Me gusta cantar y bailar, pero me gustaría ser cantante. Quiero ayudar a mi país y a los niños y niñas que vendrán después de mí.”
La resiliencia de Teta brilla a pesar de las dificultades a las que se ha enfrentado. Asiste a una escuela a 20 minutos a pie, aunque al principio no pudo comenzar porque su cartilla de vacunación se perdió en el caos de la huida. “Me gusta la escuela porque me ayudará a ser alguien en el futuro,” dice. “En los tiempos en que vivimos, si no eres nada, algunas personas te critican.”

Pero los peligros aún persisten: “Las jóvenes como yo somos víctimas… nos disparan hombres armados, disparadas mientras buscamos una forma de sobrevivir; jóvenes de mi edad son secuestradas y agredidas sexualmente de camino a la escuela.”
En medio de esta crisis, organizaciones como Plan International ofrecen esperanza. En colaboración con PRODEV y financiado por el Fondo Humanitario Regional para América Latina y el Caribe, Plan International está ejecutando un proyecto de un año en Grand’Anse, desde febrero de 2025 hasta febrero de 2026. El proyecto se centra en mantener a los niños y niñas escolarizados, proporcionando kits escolares, rehabilitando infraestructuras, ofreciendo transferencias de efectivo, apoyo psicosocial y protección contra el abuso infantil.
Teta ha participado en algunas de las actividades y en algunos juegos que enseñan a los niños y niñas a gestionar sus emociones. “Creo que la actividad es importante porque nos enseña a proteger nuestro entorno, lo cual nos ayuda a progresar,” dice.
“Me gustaría tener un balancín; teníamos uno pero está roto. Me gustaría que pusieran otros juegos en la escuela para que podamos jugar, y otras actividades que podamos hacer durante las vacaciones. Hay muchos niños y niñas que podrían reunirse, podríamos jugar, dar clases, una especie de campamento de verano, y yo estaría feliz.”
Marie anima a los padres y madres haitianos a proteger a sus hijos e hijas y asegurarse de que vayan a la escuela. “Mi consejo para las madres de jóvenes, especialmente dada la situación actual del país… es que los mantengan cerca, los cuiden y los supervisen.”
Teta refuerza este consejo para sus compañeras. “Que no se dejen llevar, que no se familiaricen demasiado con algunos muchachos, y que sigan con sus estudios para que el día de mañana puedan llegar a ser alguien.”
Mientras Haití lucha contra la inseguridad, historias como las de Marie y Teta subrayan la urgente necesidad de apoyo. A través de la educación y la protección, sueñan con un futuro mejor, uno en el que todos los niños puedan aprender, jugar y vivir sin miedo.
Plan International trabaja para que la infancia en Haití pueda aprender y crecer en entornos seguros. Tu apoyo es clave para que niños y niñas como Teta tengan un futuro sin miedo.
*Los nombres han sido cambiados para proteger la identidad.


