Millones de niños han sufrido la peor parte del conflicto armado que asola el noreste de Nigeria.
Mary no veía a sus hijos desde 2014. Julius y Joseph ( de 16 y 14 años) fueron secuestrados por los insurgentes de Boko Haram durante un ataque del grupo armado en su pueblo en el estado de Borno, Nigeria, junto con otros jóvenes del pueblo. Hace un mes, pudieron, reencontrarse después de que los niños consiguieran escapar.
Durante el ataque, los hermanos, que estaban viviendo con su tío por entonces, presenciaron cómo le ejecutaban delante de ellos poco antes de ser llevados junto con el resto de jóvenes prisioneros a lo profundo del bosque de Sambisa, donde permanecerían tres años.
Más de 17 millones de afectados por el conflicto
Millones de niños han sufrido la peor parte del conflicto armado que asola el noreste de Nigeria. Los ataques violentos de Boko Haram, junto con las medidas de contrainsurgencia, se vienen dando en la región del lago Chad desde el año 2009, pero a partir de 2013 se han visto intensificadas.
Durante el ataque, los hermanos presenciaron cómo ejecutaban a su tío, antes de ser llevados junto con el resto de prisioneros
Se trata de un conflicto que ha afectado a más de 17 millones de personas en Nigeria, Chad, Niger y Camerún. Además, la cifra de personas que han sido obligadas a abandonar sus casas supera los 2.4 millones, de los cuales un millón y medio son niños.
Testigos de la violencia
Julius y Joseph lograron escapar de sus captores y huir al país vecino, Camerún. Allí, en un campamento de refugiados, su madre logró encontrarlos tras un viaje de miles de kilómetros que realizó estando embarazada y que se costeó con la venta de todas sus posesiones.
Ahora los dos niños pueden contar la experiencia de su cautiverio. “Los insurgentes intentaron enseñarnos a usar las armas, pero uno de los líderes les detuvo diciendo que éramos demasiado pequeños”, recuerda Julius.
Ambos fueron, por otro lado, obligados a presenciar cómo los militares cometían asesinatos y les ordenaban cubrir la sangre derramada con arena. Julius enseña las cicatrices que tiene en las piernas y explica: “Cada vez que me negaba a obedecerles me golpeaban en las piernas con barras de hierro. Era muy doloroso.”
*Se utilizan nombres falsos para proteger sus identidades