Tenemos que gritar en nombre de todas las niñas que han sido silenciadas

Shilpa*, tiene 17 años y vive con sus padres y sus cinco hermanos en un barrio de las afueras de Delhi. Su hermano mayor, Ramesh*, tiene treinta años y mantiene a toda la familia con su trabajo de conductor de tuk tuk. Gana una media de 12.000 rupias (141 euros) al mes, apenas es suficiente para una familia de siete. Shilpa está estudiando el equivalente al bachillerato y quiere ser abogada, está decidida a sacar a su familia de la pobreza. Además es activista y forma parte del programa Ciudades Seguras de Plan International en India.





“Ser niña en Delhi no es nada fácil, tienes que tener cuidado siempre que sales a la calle y todos los hombres y chicos pueden ser una amenaza. Es tan común que nos acosen y nos agredan que está normalizado. Si te quejas no le importa a nadie, ni si quiera la policía recoge las denuncias ni hace nada al respecto. A veces hasta los propios padres de los niños nos culpan y nos acusan de inventarnos historias” dice Shilpa.

Nadie parece escuchar a las niñas ni preocuparse por sus problemas. Se sienten indefensas y obligadas a aceptar esa realidad por el simple hecho de ser niña. Muchas compañeras de Shilpa dejan el colegio porque sus padres no quieren que tengan que ir muy lejos o usar el transporte público, no quieren arriesgarse porque si fueran víctimas de violación, eso traería vergüenza a su familia.

La privación de su derecho a la educación es el efecto más nocivo para las niñas que tiene la inseguridad en su ciudad. Les impide acceder a muchas otras oportunidades y realizar sus sueños. Debido a estos riesgos, muchas niñas se ven forzadas a casarse de forma temprana cuando deberían estar estudiando. 

Además de los obstáculos que enfrentan en la calle, en sus casas las niñas son constantemente infravaloradas por los padres, que priorizan a sus hijos sobre sus hijas: “Las mujeres y niñas no deberían tener que vivir con miedo. Simplemente no es justo” Reclama Shilpa.





Shilpa continúa: “Una de mis hermanas, que tiene 20 años, sufre violencia doméstica cada día por parte de su marido, que le exige una dote, ahora ella vive con nosotros. A mi otra hermana de 22 años la abandonó su marido este año porque dio a luz a una niña. Esto no es una historia, es una realidad común para todas las niñas de mi comunidad”.

Por eso Shilpa quiere ser abogada, para luchar por las chicas que aún no se atreven a hablar por sí mismas, para representar a mujeres como sus hermanas que han sido discriminadas y oprimidas por la realidad social. Su participación con Plan International la ha ayudado a ver esas injusticias: “Desde que me uní al programa de Ciudades Seguras he encontrado mi vocación de convertirme en abogada y luchar por y para los derechos de las niñas. He organizado un grupo en el que participan mis amigas y otras chicas de mi zona para hablar de cómo afrontar los riesgos más comunes. Identificamos los problemas como el mal alumbrado, los hombres que juegan a apuestas en parques públicos o los chicos que se reúnen en las calles y las esquinas. Informarnos de estos problemas a las autoridades, incluyendo la policía. Solo esto ya ha generado un cambio que podemos notar, las cosas están mejorando”.

*Los nombres se han cambiado