Zaharah tiene 16 años y vive en un barrio de la capital de Uganda, Kampala. En su comunidad viven cerca de 35.000 personas y, según un informe reciente, es el distrito con mayor índice de criminalidad de la ciudad. Aunque antes era muy tímida, su confianza se reforzó desde que se unió a nuestro programa Ciudades Seguras, que trabaja con las niñas para construir ciudades más inclusivas para las niñas y mujeres
“Vivo en una comunidad con muchos bancos y cajas de ahorros, escuelas de primaria y secundaria, mercados y centros de salud” Explica Zaharah y nos cuenta cómo es su vida: “Normalmente me quedo en casa con mis hermanos y hermanas pequeños porque tuve que dejar el colegio con 13 años. Mi hermana mayor, que pagaba el colegio, no se lo podía permitir. Trabaja en un pequeño estudio en Kampala, mi otra hermana trabaja en un salón de belleza. Nuestro padre es un comerciante que compra tomates del pueblo y se los lleva a las granjas cercanas para venderlos”.
Sus padres se divorciaron cuando ella tenía 9 años y el padre vive en otra ciudad, así que entre ella y sus hermanas mayores cuidan a los más pequeños y su padre ayuda cuando puede con lo poco que tiene.
Su barrio está rodeado de talleres mecánicos y casas improvisadas, no hay alumbrado público y cuando llueve las casas se inundan, así que tienen que estar achicando agua hasta que se seca. Si pasa de noche no se puede dormir nada, y cuando llueve demasiado tienen que buscarnos otro sitio donde dormir.
Zaharah y el resto de las chicas no se sienten seguras porque muchos de los hombres que trabajan en los talleres las acosan, también hay ladrones y violadores acechando, especialmente en las carreteras del norte cuando es de noche.
Se enteró del programa Ciudades Seguras a través de sus compañeras que ya trabajaban en el proyecto. Desde que se unió ha recibido formación y ha formado parte de workshops que le han ayudado a entender sus derecho. Ahora confía más que nunca en sí misma, habla por sí misma, tiene opiniones propias y espera ser escuchada.
“Las cosas que más me han llamado la atención del programa ha sido aprender a ser fuerte y a estar feliz con mi cuerpo. Aunque no parezca muy importante, me ha quitado la timidez y ahora puedo expresarme con seguridad. Incluso he conseguido convertirme en la coordinadora de mi propio grupo de Ciudades Seguras” explica orgullosa. Ella cree que el programa de Ciudades Seguras la ayudará a alcanzar sus metas de futuro: convertirse en la mejor chef de Kampala. Ahora confía en sí misma, sabe que puede ser una buena líder. Quiere abrir un gran restaurante con los mejores cocineros y productos de su ciudad.
“Aunque tengo que afrontar multitud de obstáculos al crecer siendo una niña en mi comunidad, estoy orgullosa de ser una chica porque cuando nos dan las oportunidades luchamos por nuestros derechos y compartimos con nuestras compañeras nuestra forma de afrontar estas situaciones para crecer todas juntas”.