Los niños y niñas no deben pagar el precio y las consecuencias del cambio climático

Según la actual previsión de crecimiento demográfico, en 2100 más de 15.000 millones de personas podrían habitar la tierra. Para entonces, si los gobiernos no han limitado las emisiones de carbono, la temperatura habrá aumentado en 4,5ºC.





Según la actual previsión de crecimiento demográfico, en 2100 más de 15.000 millones de personas podrían habitar la tierra. Para entonces, si los gobiernos no han limitado las emisiones de carbono, la temperatura habrá aumentado en 4,5ºC.

Imagina un mundo con el doble de población que la actual, con el doble de necesidad de alimento a pesar de la reducción masiva de la biodiversidad, con una necesidad del doble de viviendas, el doble de tierra necesaria para producir y cultivar, el doble de residuos generados sin lugar donde depositarlos. Aumentarían los medios de transporte: coches, aviones, trenes, para que todo el mundo pueda desplazarse. Incrementaría la demanda de electricidad para cargar nuestros múltiples dispositivos digitales, para iluminar nuestras casas y ciudades, para calentar el hogar o, más probablemente, para enfriarlo. 

En este mundo, las niñas y niños de las comunidades más desfavorecidas y vulnerables serán quienes sufran las peores consecuencias del cambio climático y, además, con el aumento de la desigualdad, tendrán muchos menos recursos con los que afrontar este reto. 

El cambio climático es real y los jóvenes lo saben

El cambio climático es una amenaza real. No podemos quedarnos de brazos cruzados y simplemente sentarnos a mirar cómo empeora. Greta Thunberg, una chica sueca de 15 años, lo explica perfectamente:

“Nuestra civilización está siendo sacrificada por la oportunidad de que un número muy pequeño de personas continúe haciendo enormes cantidades de dinero. Nuestra biosfera se está sacrificando para que las personas ricas en países como el mío puedan vivir con lujos. Son los sufrimientos de muchos los que pagan por los lujos de unos pocos”.

Miles de jóvenes activistas han alzado su voz y manifestado su preocupación por el cambio climático. Es su única forma de impulsar el cambio: son demasiado jóvenes para votar, demasiado jóvenes para tener negocios, demasiado jóvenes para hacer política, pero no son demasiado jóvenes para tener ideas. 

El auge del activismo por el cambio climático

Los desastres relacionados con el cambio climático afectan desproporcionadamente a niñas y niños y limitan el ejercicio de sus derechos. El cambio climático hoy en día ya afecta a miles de niños y niñas por el incremento de la malnutrición, las enfermedades, la pobreza, el difícil acceso a la educación, su desprotección y peligros directamente asociados al cambio climático. Sobre todo, una de las causas es que ha aumentado la competencia por explotar los recursos naturales y por tanto, el riesgo de conflicto que a su vez impacta sobremanera a la infancia. 

Y esta vulnerabilidad no afecta a todos por igual. Las chicas tienen más posibilidades de ser forzadas a abandonar el colegio para ayudar en su casa, de enfermarse por malnutrición, de ser víctimas de matrimonio infantil o forzoso y de sufrir abusos y violencia. No solo eso, sino que son las que tienen menos posibilidades de ser consultadas, valoradas e incluidas en las tomas de decisión y procedimientos políticos.

Si los niños y niñas son los más vulnerables, los más afectados y los que tendrá que convivir durante más tiempo con el cambio climático, deberían incluirse en las decisiones y tener una plataforma desde la que dar su opinión. La Convención de los Derechos del Niño recoge su derecho a expresar su opinión y a que ésta se tenga en cuenta en todos los asuntos que les afectan.

¿Y si no conseguimos el objetivo de reducción de emisiones?

Las niñas y niños y las futuras generaciones son los que menos han contribuido al cambio climático y estarán destinados a vivir en un mundo que ni reconoceremos. Un mundo en el que quizá no puedan acceder, como nosotras lo hicimos, al agua, la comida, la sanidad, la educación o la seguridad.

Si no nos involucramos y transformamos nuestra economía en una economía verde y sostenible, el mundo que dejaremos a las futuras generaciones será muy diferente del que hemos tenido la suerte de habitar. No podemos decidir donde nacemos, cuándo nacemos, ni qué calidad de vida tendremos, pero si podemos construir un futuro mejor para los niños y niñas.  

Hablamos de cómo el cambio climático aumenta los desastres naturales, eleva el nivel del mar, provoca olas de calor y sequía, pero nosotros y nosotras somos los responsables. Parece que al usar el término “cambio climático” nos quitamos de la ecuación, pero somos los seres humanos los que estamos causando esta situación. 

No dejemos que este caos lo tengan que arreglar las futuras generaciones

“Nos hemos quedado sin excusas y nos estamos quedando sin tiempo. Hemos venido aquí para hacerles saber que el cambio está llegando, les guste o no. El verdadero poder pertenece a la gente”, concluyó Greta Thunberg en su discurso frente a 200 líderes políticos en Katowice (Polonia). 

Amplifiquemos la voz inspiradora de las jóvenes y niñas de todo el mundo, para que podamos decir con firmeza que hicimos todo lo posible para crear un mundo sostenible en el que seguir viviendo, que no nos cruzamos de brazos cuando supimos que el planeta se calentaba. 

Tenemos que pedir a nuestros políticos que prioricen el cambio. Cada uno de nosotros y nosotras puede, individualmente, elegir las opciones más conscientes con el medio ambiente e intentar dejar el planeta lo mejor posible. Pero, además, podemos dejar un legado: eduquemos a los niños y niñas para ser los presentes y futuros líderes activistas del cambio climático.