Nueve meses después de que una serie de fuertes terremotos sacudiera la provincia de Central Sulawesi, en Indonesia, la educación de los niños y niñas sigue interrumpida. Más de 180.000 estudiantes se han visto afectados por el daño que han sufrido más de 1.500 escuelas.
Afriyana vive en una aldea en Donggala. Llegó allí después de casarse con granjero y rápidamente notó la falta de oportunidades académicas en la zona, la escuela primaria más cercana estaba a cinco kilómetros de distancia.
El gasto de enviar a los niños y niñas a la escuela era demasiado para muchas familias de la zona y cuando lo hacían, muchos utilizaban medios de transporte peligrosos. Después de ver a un estudiante caerse de un camión durante el camino a la escuela, Afriyana decidió actuar y abrir la primera escuela gratuita en la aldea.
El primer paso fue la recaudación de fondos y en un año pudo abrir la escuela en las instalaciones de una vieja mezquita que ya no se utilizaba. El primer día tuvo 13 alumnos, que se sentaron en sillas y escritorios prestados por otras escuelas.
Aunque Afriyana enfrentó muchos retos para sacar adelante la escuela con un presupuesto mínimo, en la aldea estaban muy orgullosos: “Fue una bendición que nuestros hijos e hijas pudieran continuar con su educación” dice uno de los padres.
Solo un año después, el terremoto hizo que el suelo se convirtiera en fango y se tragara el edificio en unos pocos minutos. Los niños le insistían a Afriyana: “Queremos seguir aprendiendo, aunque sea debajo de un árbol”. Eso le dio el valor para reconstruir la escuela usando lonas y bambú.
Cuando solicitó al gobierno los fondos necesarios para mejorar las instalaciones, le respondieron que se les daba prioridad a las escuelas públicas, así que acudió a Plan International y se llegó a un acuerdo para crear un espacio de aprendizaje temporal en el que los estudiantes pudieran continuar sus estudios.
Dos meses después, la escuela se reconstruyó con tres aulas y servicios independientes. Tanto las autoridades locales, como los padres, madres y estudiantes fueron consultados durante el diseño del edificio y su posterior construcción. “Aunque el terremoto destruyó nuestra escuela, no destruyó nuestro espíritu ni el deseo de los niños y niñas de aprender”. Dijo Afriyana.