Un club de madres contra el matrimonio infantil en el mayor campamento de refugiados de Gambela

Cientos de chicas adolescentes de Sudán del Sur que viven en Nguenyyiel, uno de los campos de refugiados más grandes y recientes de la región de Gambela, en Etiopía, se enfrentan diariamente a grandes barreras a la hora de acceder a una educación de calidad. Esos obstáculos tienen que ver, sobre todo, con tradiciones sociales y culturales y con las expectativas de sus propias familias.

Sin embargo, un grupo de madres está trabajando para cambiar esta situación, impedir los matrimonios infantiles y de las demás barreras que impiden el acceso a la educación de las niñas. 





Nyajima, de 18 años, fue obligada a casarse por sus padres cuando tenía 17 años. “Mi padre me buscaba una propuesta de matrimonio a cambio de 10 cabezas de ganado. En nuestra cultura, las chicas se casan a los 15 años”.

Como quería seguir estudiando, Nyajima empezó a buscar alternativas para poder escapar del matrimonio forzado y solicitó apoyo a un grupo de madres creado por Plan International, en colaboración con el Comité Central de Refugiados (RCC), que operaba desde su escuela.

El club de madres de la escuela fue creado con el objetivo de que las chicas adolescentes refugiadas se sientan más cómodas en el colegio y, de esta manera, no abandonaran sus estudios para casarse. Además, este club desarrolla campañas para animar a las niñas y jóvenes a que retomen las clases.

Nyakier, de 30 años, es una de las madres que forma parte de este club. Ella es todo un ejemplo para muchas chicas y mujeres del campamento, quienes la reconocen como una mujer comprometida en la lucha contra el matrimonio infantil y la violencia de género en su comunidad.

“He vivido de primera mano las consecuencias del matrimonio forzado. Actualmente, mi marido vive en Sudán del Sur, así que cuido sola a mis tres hijos. Siendo madre, joven y refugiada, es muy difícil tener todas estas responsabilidades”, explica Nyakier. “Por mi experiencia, y por otros problemas derivados de esta práctica, no quiero que chicas como Nyajima tengan que casarse en vez de ir a la escuela”.  

Nyakier, miembro del grupo de madres, compartió el caso de Nyajima con otras madres del club y, tras ello, decidió ir a la escuela a consultar el número de ausencias a clase de la joven. Al día siguiente, con el apoyo de sus profesores, Nyakier fue a la casa de Nyajima para hablar con sus padres. “Le dije a la madre de Nyajima que la joven había faltado a la escuela toda la semana anterior y le pregunté por qué. Entonces, la madre de la joven se sinceró y me contó que su padre le había concertado su matrimonio, por lo que se casaría en poco tiempo”.

Gracias a las habilidades y conocimientos sobre protección infantil y violencia de género, entre ellas sobre matrimonio infantil, que había aprendido en las sesiones de formación, Nyakier logró convencer a los padres de Nyajima para que paralizaran el acuerdo matrimonial. “Lo cierto es que convencer a los padres de Nyajima no fue sencillo. Tuvimos un largo debate sobre el tema, pero gracias a los argumentos legales que dio el Comité Central de Refugiados sobre las consecuencias del matrimonio infantil, finalmente la familia aceptó cancelar el matrimonio”, cuenta Nyakier.

He vivido de primera mano las consecuencias del matrimonio forzado. Actualmente, mi marido vive en Sudán del Sur, así que cuido sola a mis tres hijos

Nyajima sintió un gran alivio cuando le contaron que habían cancelado su acuerdo matrimonial: “Ahora no me quiero casar. Mi educación es más importante que el matrimonio. Si todavía viviera en Sudán del Sur, ya estaría casada, con todas las consecuencias negativas que eso supone. Nyakier fue la razón principal por la que logré escapar de esto”, dice Nyajima.

“Las madres de la escuela son un muy buen ejemplo para nosotras, las chicas. Nos animan y nos ayudan a fomentar nuestra auto-confianza. Confiamos mucho en ellas; sabemos que todo lo que nos dicen es para nuestro propio beneficio”.

Además de recibir capacitación y diferentes artículos, Plan International también proporciona a las madres que conforman el club una contribución económica como incentivo por su gran trabajo. “He participado en muchos cursos de capacitación sobre protección y abuso infantil, y he recibido artículos como un colchón y mantas, así como 18 dólares al mes para colaborar con mi economía”, cuenta Nyakier.

Nyajima ha retomado sus estudios y ahora está cursando cuarto grado. “Como se ha abierto esta escuela y se ha formado el club de madres, ahora tengo esperanza en mi futuro. Soy optimista y creo que seré una persona que pueda lograr algo bueno para mí y para mi país”.