El África meridional está en plena crisis alimentaria. 15,3 millones de personas se enfrentan a la escasez de alimentos, tras años de sequía, inundaciones generalizadas e inseguridad económica.
La región ha sido señalada como “punto caliente” climático por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático y sólo ha experimentado una temporada de cultivo normal en los últimos cinco años. Entre los países más afectados se encuentran Zambia, Zimbabue, Mozambique y Malaui.
Samira vive en la Provincia Central de Zambia. Tiene 14 años, está en noveno grado y quiere ser enfermera. Pero estos días, a Samira le cuesta mantenerse despierta en clase. Desde que comenzó la crisis alimentaria, Samira come la mitad. Ahora sobrevive con una sola comida al día. La última vez que comió fue a las 5 de la tarde de ayer y no volverá a comer hasta las 5 de la tarde de hoy.
No sólo está cansada en clase, sino que su asistencia a la escuela es mucho menor de lo que debería. En lugar de continuar su aprendizaje, se ve obligada a faltar a la escuela, ya sea para cuidar a sus hermanos menores o para salir a buscar trabajo.
Las desigualdades de género y la falta de poder de negociación en la familia hacen que las niñas y las jóvenes tengan más probabilidades de no ir a la escuela que los chicos.
“Ha sido difícil para mí sobrevivir sin comida. Así que a veces incluso falto a la escuela para poder cuidar a mis hermanos menores y asegurarme de que tengan suficiente comida para comer”, dice.
Los dos padres de Samira han fallecido, por lo que vive con su abuela y tres hermanos.
Tres veces por semana, Samira no va a la escuela para poder trabajar y hace todo lo posible para recaudar dinero. “Echo de menos la escuela porque ‘trabajo a destajo’. Voy a lavar ropa y a vender verduras. Voy por ahí, vendo tomates, plátanos y muchas cosas”, dice Samira.
Su trabajo incluye ir de puerta en puerta, exponiéndola a riesgos debido a su género y edad… “Da miedo porque conozco a gente muy diferente. No sé lo que piensan, de dónde vienen, simplemente no los conozco, son extraños para mí”. Samira sabe que lo que está haciendo podría ser potencialmente peligroso, pero por falta de comida, siente que no tiene otra opción.
Durante los últimos 15 años, la temporada de lluvias en Zambia tiene lugar de octubre a marzo. Pero ahora, las lluvias han continuado hasta mediados de diciembre. Y cuando llegan, son erráticas. Este es el tercer año consecutivo que Zambia enfrenta una cosecha fallida debido a las lluvias tardías, períodos de sequía e inundaciones.
Ramin Shahzamani, director de Plan International Zambia, explica: “El impacto del cambio climático es que el calentamiento de los países del sur de África es dos veces más rápido que el de otros países. Esto significa que los patrones de lluvia han cambiado completamente. Por eso el año pasado no tuvimos lluvias, y este año las lluvias llegaron un poco tarde y nadie está seguro de cuánto tiempo durarán. Así que este sistema de lluvia errático está causando estragos en las familias y los niños, y especialmente en las niñas”.
Si bien las repercusiones de la inseguridad alimentaria y la escasez de agua se sienten en todas las comunidades, el efecto puede ser particularmente angustioso para las adolescentes. Uno de los impactos ocultos de una crisis como esta se refiere a la gestión de la higiene menstrual.
“Cuando estás menstruando, es muy difícil venir a la escuela cuando no te has bañado”, explica Samira. “Tienes que bañarte dos veces al día, pero debido a la falta de agua no puedes bañarte dos veces al día”. Porque la distancia desde donde vivo hasta donde saco el agua es de 5 km. Ahora, ¿puedes imaginarte, caminando desde tu casa hasta allí y de vuelta, mientras estás menstruando?”
La escasez de agua no sólo plantea un problema muy real para la gestión de la higiene menstrual, sino que la creciente falta de acceso a productos de higiene a menudo hace que las adolescentes y las jóvenes recurran a alternativas que pueden exponerlas a infecciones.
También existe la preocupación por el desarrollo a largo plazo de los jóvenes que no asisten a la escuela. Para Samira, y sus sueños de ser enfermera, el impacto a largo plazo es preocupante. “Si pierdo tantas clases, será muy difícil para mí pasar los exámenes. No tendré un buen rendimiento. Y la gente termina diciendo: a ella no le gusta ir a la escuela. Pero no saben lo que estoy experimentando, cómo me siento. Mi dolor. Es doloroso”.
Hoy Samira asistirá a la clase. Pero mañana, probablemente tendrá que trabajar para conseguir comida para sus hermanos. Samira no es la única: 2,3 millones de personas en Zambia necesitan urgentemente ayuda alimentaria.
Plan International está trabajando para responder a la crisis alimentaria y attender las necesidades de la población. Trabajamos con el gobierno en la distribución de alimentos a algunos de los distritos más afectados, tenemos programas de alimentación escolar tres veces por semana y medidas de protección de la infancia que tengan en cuenta las cuestiones de género.
“Lo que hemos hecho es crear un programa lo más holístico posible para tratar de apoyar al mayor número posible de familias y niñas. Pero todavía hay una enorme necesidad insatisfecha. Plan International hace un llamamiento a todos los actores humanitarios para que reconozcan las necesidades específicas y los riesgos a los que se enfrentan las adolescentes. La inseguridad alimentaria a menudo impulsa cuestiones de protección negativas relacionadas con el género y los mecanismos de adaptación”, explica el director de Plan International Zambia, Ramin Shahzamani. Y añade: “estamos haciendo un llamamiento a los donantes para que aumenten urgentemente la financiación para ayudar a las comunidades más afectadas por la crisis de hambre”.