Los efectos devastadores de los prolongados períodos de sequía en Zambia, junto con el inicio tardío de la temporada de lluvias, han dejado a alrededor de 1,7 millones de personas (18% de la población) sin acceso a alimentos o agua potable limpia y segura. Comunidades enteras han visto cómo sus cosechas se han perdido y su ganado ha muerto, lo que las ha situa en grave riesgo.
La sequía, que ya dura cuatro años, está haciendo que los agricultores se hundan cada vez más en la pobreza. Hay advertencias de que la falta de lluvia en la próxima temporada de cultivo podría provocar hambrunas y son los niños, en particular las niñas, los más vulnerables a los efectos de nuestro clima cambiante.
Liness, de 17 años de edad, vive en el distrito de Chibombo, en la Provincia Central. Es una niña brillante que aprobó todos sus exámenes con buenas notas, pero no ha podido continuar su educación después de su madre perdiera sus cosechas, lo que ha sumido a su familia, que vive de la agricultura, en una crisis. “No pude matricularme en el octavo grado porque mi madre no podía pagar mis gastos de matrócula debido al fracaso de la cosecha de maíz”, explica Liness.
En la escuela local se ha producido un aumento drástico del absentismo escolar, especialmente entre las niñas, ya que algunas de ellas sólo asisten a clase una o dos veces a la semana mientras que otras han dejado de venir por completo. El director de la escuela, Gilbert Mpondani, lo atribuye al hambre en los hogares. “Los niños, especialmente las niñas, no asisten a la escuela para ayudar a su familia a buscar comida y agua”.
Liness vive con su madre, dos hermanas y un hermano. Todo su sustento depende de la agricultura y de la venta de sus cosechas, que son principalmente de maíz. La madre de Liness, Bárbara, también obtiene un ingreso adicional vendiendo la cerveza tradicional que elabora con harina de maíz.
“Sólo tenemos una comida al día y a veces nada en absoluto porque los precios de los alimentos han subido”, dice Barbara. “Mi peor temor es que sólo empeore en los próximos meses cuando se agoten los alimentos para la venta”.
Liness y su hermana menor Oxilda, de 12 años, ahora también trabajan con su madre. Salen temprano por la mañana para ir al monte a cortar la hierba que venden a K5.00 (34 centavos) por bulto o cambian cuatro bultos de hierba por 5 kg de maíz.
Los niños, especialmente las niñas, no asisten a la escuela para ayudar a su familia a buscar comida y agua
“Aunque me siento hambrienta y cansada la mayor parte del tiempo, todavía tengo que trabajar y cuidar a mi hermana pequeña mientras mi madre y mi hermano hacen el trabajo de la granja”, dice Oxilda.
La fuente de agua en su comunidad también se ha secado, por lo que Liness, Barbara y Oxilda tienen que caminar durante tres horas cada día llevando pesados recipientes de agua sobre sus cabezas para que la familia tenga agua para beber y cocinar.
La sequía y la inseguridad alimentaria son críticas en todo el sur de África, una region ubicada en una zona mayormente árida o semiárida que es particularmente vulnerable. Malaui, Zambia, Namibia, Zimbabue, Botsuana y Sudáfrica están sintiendo los efectos del cambio climático cada vez más severamente: las olas de calor son más grandes, hay menos precipitaciones y las sequías duran más tiempo.
Plan International está evaluando la situación para poner en marcha una respuesta de emergencia que incluya la atención de las necesidades de los más necesitados, centrándose en la protección de la Infancia con enfoque de género, dado que durante las crisis las niñas son especialmente vulnerables a la separación familiar, el matrimonio temprano forzado, el embarazo adolescente y la violencia doméstica, que a menudo tienen consecuencias nefastas para su salud sexual y reproductiva.