Cuando las comunidades no disponen de agua potable, son las niñas las encargadas de recorrer largas distancias en busca de agua, lo que les impide realizar otras actividades como jugar o ir a clase.
En innumerables ocasiones hemos escuchado aquello de “el agua es vida”, y hay ocasiones en las que esa frase se vuelve más cierta que nunca. Necesitamos el agua para vivir, y ahora también es clave para frenar la pandemia. Sin embargo, para muchas comunidades de todo el mundo, este recurso indispensable se convierte en un lujo al que, debido a su escasez, apenas pueden acceder.
El gesto más repetido estos días en España y otros países, lavarse las manos, es mucho más complicado para los cerca de 3000 millones de personas en el mundo que carecen de acceso a los servicios básicos de agua y saneamiento. El 40% de la población mundial no tiene instalaciones básicas para lavarse las manos. El agua es fundamental para frenar el contagio de enfermedades que van desde la diarrea y el cólera hasta la disentería y el tifus, y hoy lo es también para prevenir la propagación del coronavirus (COVID-19), con casos confirmados en 194 países y más de 860.000 casos en todo el mundo.
En mi experiencia como especialista en Ayuda Humanitaria de Plan International he comprobado de primera mano que invertir en agua, saneamiento y promoción de la higiene supone importantes ahorros en costes de salud y tratamiento de enfermedades y también fomenta el desarrollo de los niños, y especialmente de las niñas.
Cuando las comunidades no disponen de agua potable, son las niñas las encargadas de recorrer largas distancias en busca de agua, lo que les impide realizar otras actividades como jugar o ir a clase. Además, en el camino corren un alto riesgo de sufrir violencia física o sexual y, una vez en las fuentes, nada garantiza que el agua esté en buenas condiciones y puede que todo su esfuerzo haya sido en balde.
El abastecimiento de agua y una buena higiene son los mejores métodos para interrumpir el ciclo de propagación de las enfermedades
Por eso, en situaciones de emergencia, tan importantes son la alimentación, el refugio y la protección como el agua potable y el saneamiento. Dar prioridad a estas intervenciones puede salvar muchas vidas. Nuestra respuesta, sin embargo, debe ir más allá porque, si no conseguimos que las personas afectadas tengan prácticas de higiene adecuadas, el riesgo de diarrea, cólera y otros brotes de enfermedad persistirán y acabarán agudizándose.
Da igual el tipo de emergencia que sea: desde los desastres originados por amenazas naturales, los desastres provocados por los humanos hasta las crisis más prolongadas en el tiempo, todas las respuestas pasan por implantar sistemas de agua de calidad y promover buenas prácticas de higiene entre la población. Lo he visto en Haití, tras el paso del huracán Matthew; en Ecuador tras el devastador terremoto o, más recientemente, en Beira, Mozambique, donde el ciclón Idai, considerado como uno de los peores desastres naturales de la historia del hemisferio sur, había arrasado con todo: infraestructuras, comunicaciones, sistemas de salud… todo.
El abastecimiento de agua y una buena higiene son los mejores métodos para interrumpir el ciclo de propagación de las enfermedades. Hoy más que nunca, ante la propagación del coronavirus, tenemos el reto de proteger a los grupos de población más vulnerables, como los niños y niñas de los países en desarrollo, donde las consecuencias podrían ser mucho más devastadoras que en otras regiones debido a la falta de agua potable y los débiles sistemas de salud.
Ha llegado el momento de aumentar los esfuerzos para proporcionar acceso a sistemas de agua y saneamiento básicos y programas de sensibilización en los países en desarrollo. Tenemos que garantizar que el éxito en la lucha contra la pandemia pueda estar en manos de todos y todas, en manos que accedan a agua potable, jabón y buenas condiciones de higiene. En un momento en el que es más evidente que nunca la necesidad de ser solidarios, sabemos que esta crisis solo la podemos parar unidos: si no se frena en todos los países, no se frenará en ninguno.
Ya lo advirtió la Organización Mundial de la Salud (OMS) hace unos días: “todos los países aún pueden cambiar el curso de esta pandemia aumentando su preparación o respuesta ante emergencias”. Atendamos las necesidades de agua, saneamiento e higiene; cambiemos el curso de la pandemia de COVID-19 y protejamos a las personas más vulnerables.