Los 20 millones de habitantes de este país de África Occidental se han visto afectados por la escalada de violencia que ha azotado la región del Sahel, lo que también ha debilitado severamente su sistema sanitario. Ahora, ante la emergencia del COVID-19, está creciendo la alarma sobre los efectos que puede generar la pandemia en el país.
Jeanne tiene 57 años y ocho hijos. Es una de los cientos de miles de personas que se han visto forzadas a abandonar su hogar debido a los enfrentamientos entre las fuerzas oficiales, delincuentes y grupos armados en Burkina Faso.
Los 20 millones de habitantes de este país de África Occidental se han visto afectados por la escalada de violencia que ha azotado la región del Sahel, lo que también ha debilitado severamente su sistema sanitario. Ahora, ante la emergencia del COVID-19, está creciendo la alarma sobre los efectos que puede generar la pandemia en el país.
“Me han hablado de una enfermedad que mata” dice Jeanne. “Solo nos han dicho que nos lavemos las manos con jabón para protegernos. Me preocupa mucho porque ya tenemos suficientes problemas con los ataques, y ahora se le añade esto”.
Actualmente Jeanne vive en la localidad de Kongoussi, donde uno de sus hijos es beneficiario del programa de apadrinamiento de Plan International. “Vivimos con mi tío. Gracias a Plan International, en la comunidad recibimos alimentos, colchones y ayudas económicas” nos cuenta.
Más de 2.000 niñas y niños del norte de Burkina Faso participan en programas de apadrinamiento de Plan International, lo que permite a sus familias poder acceder al programa de transferencias en efectivo para cubrir sus necesidades básicas. Solo en Kongoussi, hay alrededor de 21.000 personas desplazadas, de las cuales, más de la mitad son niñas y niños.
Desde mediados de marzo, la comunidad de Jeanne ha estado en aislamiento: las escuelas permanecen cerradas y las reuniones de más de 50 personas están prohibidas, así que las familias desplazadas no tienen acceso a ningún tipo de servicio.
“Todas las escuelas están cerradas y ya no podemos ir y venir como siempre. También hay un toque de queda. Lo aceptamos porque es para protegernos de la enfermedad y rezamos a Dios para que nos ayude” cuenta Jeanne.
Desde el 13 de abril, en Burkina Faso se han registrado 497 casos positivos de COVID-19 y 27 muertes. Sin embargo, se cree las cifras reales pueden ser mucho más altas, debido a la falta de test y la fragilidad del sistema sanitario.
Hasta ahora no se han reportado casos de COVID-19 entre la población desplazada, que supera las 830.000 personas. Sin embargo, Plan International busca implementar mecanismos para seguir apoyando a las personas más vulnerables, como Jeanne y sus hijos e hijas, en los próximos meses ante el doble desafío de la pandemia y la violencia.