“Prefiero enfermarme de COVID-19 que dejar sufrir a mis hijos. No puedo quedarme en casa sin hacer nada porque eso significaría que mis hijos pasarían hambre y eso no es justo”
Zenayida, 35, y Annes, 38, son agricultoras en Lilongwe, Malaui. A medida que se acerca el periodo de cosecha crece la preocupación de que se imponga el confinamiento en el país para controlar la propagación de la COVID-19, y les impida seguir trabajando en sus cultivos y alimentar a sus familias.
El 20 de marzo de 2020 el Gobierno de Malaui declaró el estado de emergencia por el brote de coronavirus y ordenó el cierre de las escuelas y la suspensión de cualquier concentración de personas en el espacio público. Otras medidas más drásticas, como un confinamiento de 21 días que se iba a aplicar en el país a partir del 19 de abril, fue bloqueado por la Corte Suprema del país debido al impacto que podría tener en los trabajadores que perderían sus ingresos.
El Gobierno quería cerrar todos los mercados en los que las personas compran y venden alimentos, puestos de comida y restaurantes. Además, hubiera quedado prohibido salir de casa sin permiso expreso del organismo competente.
Zenayida y Annes no podrían confinarse en casa a pesar del riesgo. “Hemos escuchado que van a restringir el movimiento de personas y el acceso a ciertos lugares, como los mercados. Nuestra comunidad no tiene un mercado surtido y dependemos de otros en comunidades vecinas para comprar alimentos y vender nuestras cosechas “¿Cómo vamos a sobrevivir?” se pregunta Zenayida.
Para las personas en la ciudad es muy sencillo ir a la tienda y comprar alimentos. Nosotras no podemos.
Zenayida tiene cuatro hijos e hijas y Annes tiene cinco. Todos siguen viviendo en casa con sus madres y existe mucha presión para poder conseguir alimentos para todos. Ambas participan en el programa de Plan International de adaptación a los efectos del cambio climático, donde han aprendido la importancia de una dieta balanceada para su salud y la de sus hijos. Sin embargo, en el último periodo han podido pagar por alimentos nutritivos.
“Prefiero enfermarme de COVID-19 que dejar sufrir a mis hijos. No puedo quedarme en casa sin hacer nada porque eso significaría que mis hijos pasarían hambre y eso no es justo”, dice Zenayida.
“Para las personas en la ciudad es muy sencillo ir a la tienda y comprar alimentos. Nosotras no podemos. Dependemos completamente de lo que podamos encontrar diariamente” dice Annes.
Malawi es uno de los países más pobres de África. Más de la mitad de su población vive debajo del umbral de la pobreza. Para apoyar a las familias más vulnerables durante la emergencia, Plan International distribuye vales que pueden ser utilizados para comprar alimentos y artículos de primera necesidad.