¿Cómo es la vida de las niñas del campamento de refugiados de Azraq, en Jordania?

En el campamento de refugiados de Azraq, en Jordania, viven los refugiados que huyeron del conflicto que comenzó en Siria hace 9 años. Ahora, por la pandemia de la COVID-19, llevan confinados desde el 21 de marzo.





En Azraq viven casi 40.000 personas, de las cuales, el 61% son niños y niñas. Aunque el número de casos registrados por coronavirus en el campamento es bajo, la preocupación por cómo afectará el virus a los y las refugiadas, más allá de lo sanitario, es cada vez mayor.  

Majd, de 12 años, lleva más de dos meses sin ir a clase debido a que, como en la mayoría de países del mundo, todas las escuelas del campamento están cerradas por el confinamiento nacional, lo que está dificultando que los niños y las niñas continúen con su educación, que ya había sido interrumpida anteriormente por el conflicto.

“Mi casa está en Ghouta, Siria, pero actualmente vivo en el campamento de Azraq en Jordania. Somos seis personas en mi familia y vivimos todos juntos en una pequeña tienda de campaña en el campamento. Paso la mayor parte de mis días en casa. Mi familia no me permite salir. Echo de menos ir a la escuela y ver a mis amigos y amigas.

En vez de ir a la escuela, los niños y niñas del campamento sintonizan las emisoras de la Corporación de Radio y Televisión de Jordania para ver las clases, que se transmiten en horarios específicos para cada grupo, según el curso. Para asegurar que haya cierto seguimiento, los profesores del campamento se conectan a distancia con los estudiantes a través de redes sociales. 

Como los niños y las niñas pasan más tiempo en el interior de sus casas, en estrecha proximidad a sus familiares, se incrementa el riesgo de problemas de protección

“Me levanto entre las 8 y las 9 de la mañana y ayudo a mi madre con las tareas domésticas. Después de desayunar, sintonizo las clases, que se transmiten por televisión, y después hago los deberes que me mandan mis profesores a través de los grupos de WhatsApp. Espero llegar a ser médica algún día”.

Para ayudar a mitigar la sensación de aislamiento que sienten muchas de las personas que viven en el campamento, desde Plan International hemos adaptado los programas que ya estaban en marcha para que nuestros beneficiarios puedan seguir accediendo a ellos a distancia. Majd forma parte del club de artesanía que distribuye kits a las niñas y madres de la comunidad y recibe clases a través de llamadas en grupo sobre cómo elaborar sus propias mascarillas caseras, entre otras cuestiones.

“Actualmente estoy participando en una actividad de manualidades para elaborar mascarillas de tela de algodón que nos sirvan para protegernos de la COVID-19. Me gustan las clases que se hacen a través de WhatsApp, me ayudan a mantenerme ocupada y a alejar mi mente de la pandemia, que me da miedo”, explica la joven.

Desde Plan International, también hemos llevado a cabo una evaluación de los principales riesgos a los que nos podemos enfrentar en este nuevo entorno. Por ejemplo, como los niños y las niñas pasan más tiempo en el interior de sus casas, en estrecha proximidad a sus familiares, se incrementa el riesgo de problemas de protección, por lo que hemos capacitado a nuestros facilitadores para que sean capaces de percibir los sutiles signos de angustia que puedan presentar los niños y niñas mientras les están dando las clases online.