El poder de la lectura: la biblioteca que ayuda a los niños y las niñas de Honduras a lidiar con la pandemia

En la cima de la montaña de Celaque, Honduras, se encuentra la Biblioteca Pública de Lupinos Azules. Construida en 2018 por Plan International junto con el Gobierno Municipal de Lapaera, está considerada como una de las bibliotecas infantiles más bonitas del país. Sin embargo, a día de hoy, sus puertas están cerradas por la pandemia de la COVID-19.





A Yeyri, de 12 años, le encanta leer. Nos cuenta que ha leído 189 libros y que la mayoría de ellos los ha cogido prestados de la biblioteca de Blue Lupin. “Tengo muchos libros favoritos, pero el que más me gusta, aunque es un poco triste, es el de “Cuca y el Abrigo Marrón”, que narra la historia de una perrita que es madre soltera. Esta historia me recuerda a la vida de muchas niñas en mi comunidad, donde algunos hombres dejan embarazadas a las mujeres y después las abandonan”, nos cuenta mientras enseña el libro al que se refiere.

Aunque la biblioteca está cerrada al público en este momento, hemos encontrado una forma para que los niños y las niñas puedan seguir cogiendo libros prestados, y les ayuden a no estar tan aburridos y a seguir estudiando durante estos duros meses de confinamiento. Una vez cada dos semanas, los niños pueden ir a la biblioteca y pedir prestados dos libros cada uno.

“Nos hace felices esperar esos días. Llevamos mascarillas y nos lavamos las manos. No podemos acercarnos demasiado o hablar entre nosotros. Hacemos cola en la biblioteca y sólo podemos entrar de uno en uno. No podemos tocar demasiados libros, como hacíamos antes; sólo los dos que queremos pedir prestados”.

Al devolverlos, los libros son desinfectados rigurosamente antes de que ser colocados nuevamente en la estantería para que otro usuario los coja prestados. Además, después de que cada niño entra en la biblioteca para elegir sus libros, se limpia todo a fondo.

“Durante esta cuarentena he leído cinco libros. Ahora mismo, estoy leyendo “Muchos tipos de inteligencia”, y me estoy acabando el capítulo sobre la inteligencia corporal. He aprendido que los atletas desarrollan este tipo de inteligencia, pero también existen otros tipos”, dice Yeyri, y después añade: “Me encanta leer porque aprendo mucho. La lectura mejora mi ortografía y me enseña puntuar correctamente. Leer es agradable – me ayuda a imaginar un futuro mejor”.

Ahora que su escuela está cerrada, Yeyri dice que tener acceso a los libros le ayuda a mantenerse al día con sus estudios. “Tengo miedo de perder un año de clase porque quiero tener éxito en la vida, quiero ser médica o profesora. Me duele pensar en las familias más humildes que están sufriendo”.

La falta de acceso a Internet en su comunidad le impide seguir las clases online. “Los profesores les envían los deberes a nuestros padres a través de WhatsApp. Si la biblioteca tuviera acceso a Internet, sería mejor porque aquí sólo hay un hombre que tiene Internet y nos cobra por conectarnos”.

Yeyri cree que, si se pudieran descargar los libros en el móvil, habría más niños y niñas que leerían: “porque entonces leeríamos mucho más en casa. Y si nuestros padres saliesen y estuvieran en un lugar con acceso a Internet, podrían descargarse los libros. Nunca he leído libros en un teléfono. No sé si será lo mismo porque me gusta oler los libros y pasar las páginas. Pero podría acostumbrarme a leer a través del móvil”.

La vida durante la cuarentena no ha sido fácil para nadie, pero Yeyri está contenta de que sus padres no la traten diferente por ser una niña. “Yo ayudo con las tareas. Todos ayudamos: mi hermano Johnny hace la cama, limpia su habitación, barre el patio y friega los platos. Mi madre dice que los hombres y los niños deben ayudar con las tareas domésticas y yo estoy de acuerdo.”

“Estoy triste por la gente que vive en casas pequeñas, no puede salir y no tiene qué comer. Los padres no entienden que, cuando sus hijos se portan mal, es porque no pueden salir. Ser libres nos hace felices. Creo que es más difícil en la ciudad. En nuestras comunidades la gente sufre, pero se puede encontrar comida en la montaña, en el campo. Me preocupa que nos podamos infectar con el coronavirus. Somos muy cuidadosos, nos lavamos las manos con agua y jabón, tenemos mascarillas, pero me preocupa cuando mi padre sale a vender plátanos. A veces me despierto y empiezo a pensar en todos los niños y niñas que sufren, me pongo triste y lloro”.

Cuando le preguntamos qué mensaje le gustaría enviar a otros niños y niñas como ella, Yeyri dice: “que se queden en casa, que hagan sus deberes. Que, si tienen un libro, lo lean”.