“Me he despertado de esta pesadilla llamada matrimonio infantil”

Cada vez que su marido la agredía, Titi iba corriendo a casa de su hermana, que siempre le hacía volver a donde su marido.









La violencia en el noroeste de Nigeria está obligando a miles de personas a huir del país en busca de protección y seguridad en Níger. Titi*, de 14 años, es una de las adolescentes que tuvo que abandonar su hogar después de que los rebeldes atacaran su pueblo en mitad de la noche. Sin embargo, tras sobrevivir al ataque y escapar de su país, fue forzada a contraer un matrimonio en contra de su voltuntad.

“Empezamos a escuchar disparos en nuestro pueblo, quemaron las casas, la gente fue asesinada. Tuve que huir junto con mis padres y hermanos a un lugar más seguro. Pero fuimos perseguidos por los militantes de Boko Haram”, recuerda Titi.

Durante su fuga, Titi perdió a cuatro miembros de su familia, a quienes dispararon delante de ella. “Primero fue mi madre, luego dos de mis hermanos y mi hermana mayor. Los vi caer después de que les alcanzaran las balas. No pude hacer nada, seguí corriendo con el resto de la familia. Ver a tus seres queridos sufrir, sin poder hacer nada, es el peor sentimiento del mundo”, cuenta la joven notablemente afectada. 

“Los militares arrestaron a mi padre porque creían que era uno de los insurgentes. Desde entonces no lo he vuelto a ver. No sé si todavía está vivo o no”, dice Titi.

Después de escapar, Titi se pasó varios meses caminando junto con sus nueve hermanos y hermanas que para llegar hasta Níger, concretamente a Diffa, donde su hermana mayor vive con su esposo e hijos. Cuando finalmente consiguieron llegar a Níger, su hermana les acogió, pero no pudo pagarles la escuela, así que Titi se dedicó a ayudar con las tareas domésticas y a cuidar de sus sobrinos y sobrinas.

Sin embargo, pasados unos meses, la hermana de Titi decidió casarla con un comerciante de la comunidad. “Cuando me dijeron que me entregarían en matrimonio a un hombre, le dije a mi hermana que no me interesaba, sino que quería trabajar para generar mis ingresos. Pero ella ya había decidido casarme con el hombre para que él se ocupara de mis necesidades y las del resto de mi familia”.

Con el fin de que su familia comprendiera lo que pensaba sobre el matrimonio que le habían concertado, Titi se puso en huelga de hambre con la esperanza de que su hermana cambiara de opinión. “Ni siquiera le preocupaba mi huelga de hambre. Pensé que, si mis padres siguieran aquí, tal vez no tendría que pasar por todo esto”.

A pesar de todo, Titi se casó en contra su voluntad. “Desde la primera noche de matrimonio le dije que no lo amaba. Y esa confesión dio lugar a golpes y agresiones constantes. A veces me amenazaba con un cuchillo e incluso me dejaba sin comer”.

Cada vez que su marido la agredía, Titi iba corriendo a casa de su hermana, que siempre le hacía volver a donde su marido. “Un día, mi cuñado fue testigo de una de las agresiones. El asunto llegó hasta el líder del pueblo, que le advirtió que nunca más me golpeara o, de lo contrario, podría suponer un divorcio. Al día siguiente me agredió de nuevo y, finalmente, tras la advertencia del líder, nos divorciamos”, explica la joven.

“Estoy contenta. He despertado de esta pesadilla llamada matrimonio. Fui infeliz desde el primer día. A veces, me escondía en el monte para protegerme”.

Después de meses de calvario, la situación de Titi llegó a oídos del personal de Plan International, que le proporcionó asesoramiento y tratamiento médico. “Recibí apoyo psicológico para superar el trauma y la depresión por lo que había pasado. También recibí fondos para que me curaran las heridas en un centro médico. Allí me diagnosticaron hipertensión arterial. Mi salud ha mejorado mucho, ahora me siento mucho mejor y puedo relacionarme bien con la gente, algo que no podía hacer cuando estaba casada. También recibí algunos kits de higiene”, cuenta sonriendo.

Plan International está prestando apoyo en materia de educación y protección como parte de nuestro programa de respuesta a emergencias en la región de Diffa, financiado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Noruega. El proyecto tiene como objetivo garantizar que los niños, niñas y adolescentes en crisis estén protegidos y tengan acceso a una educación inclusiva y segura en un entorno seguro.

La historia de Titi no es un caso aislado. En tiempos de crisis, el número de matrimonios infantiles aumenta debido a que, para las familias más pobres, casar a sus hijas es la única opción para sobrevivir y reducir los gastos económicos, ya que reduce el número de bocas que alimentar y, en algunos casos, la familia recibe un dinero por la novia. Según UNICEF (2016), en la región de Diffa, el 89% de las niñas se casan siendo niñas.

Cuando le preguntamos sobre sus aspiraciones futuras, Titi nos dice: “Espero volver a ver a mi padre y llevar a cabo alguna actividad con la que pueda generar ingresos que me ayuden a tener autonomía económica. Los padres deberían dejar de obligar a las niñas a casarse si quieren ver a sus hijas felices”.