Después de estar dos semanas viviendo en una casa rodeada por las inundaciones, Luyen y su familia se sorprendieron cuando por fin pudieron bajar al primer piso. Todos sus bienes, su televisor y su frigorífico se habían estropeado o habían sido arrastrados por la corriente.
“Por la mañana voy con el bote hasta el arrozal e intento recolectar todo lo que puedo”, dice Luyen, un hombre de 55 años, cuya familia se ha visto afectada por una de las peores inundaciones en décadas en el centro de Vietnam.
Luyen y su familia han pasado las últimas dos semanas resguardándose de las inundaciones en el segundo piso de su casa, ubicada en el distrito de Le Thuy, provincia de Quang Binh. A pesar de todo, nos dice que se siente afortunado en comparación con muchos otros hogares de la zona. “Al menos nuestra casa tiene un segundo piso en el que refugiarnos para escapar de la tormenta, mucha gente no tenía a dónde ir”.
Como ha sufrido varias inundaciones, Luyen es muy consciente de los riesgos que conllevan, así que ya se había preparado: había guardado toda la comida en el segundo piso y también había subido la estufa de gas para que no se estropeara por la subida del agua. Afortunadamente, justo cuando la comida que tenía almacenada estaba a punto de agotarse, las aguas comenzaron a disminuir.
Después de estar dos semanas viviendo en una casa rodeada por las inundaciones, Luyen y su familia se sorprendieron cuando por fin pudieron bajar al primer piso. Todos sus bienes, su televisor y su frigorífico se habían estropeado o habían sido arrastrados por la corriente. La leña que habían estado recolectando durante todo el año, también había desaparecido y afuera, la valla y las paredes de hormigón que rodeaban la casa, se habían derrumbado.
Antes de que la tormenta estallara, Luyen había estado trabajando en sus siete campos de arroz y había almacenado 15 sacos en el lugar más alto del primer piso para mantenerlos a salvo. Sin embargo, la repentina crecida de las aguas hizo que todos los sacos se echaran a perder y ahora solo sirven como alimento para las gallinas, pero casi ninguno de sus pollos y patos ha sobrevivido a la tormenta.
“Tenía casi 50 aves, pero, después de las inundaciones, sólo me quedan cuatro pollos”. Como toda su comida, leña, cultivos y ganado se han echado a perder por las inundaciones, ahora depende de la ayuda y el apoyo de otros.
La familia todavía cuenta con una pequeña reserva de arroz y, además, han recibido fideos instantáneos y agua limpia del gobierno local y de los donantes. “La comida no es el tema más urgente ahora mismo, espero recibir un poco de dinero para arreglar la parte delantera de la casa para protegerla de los fuertes vientos del invierno”, nos explica Luyen.
Cuando le preguntamos si le preocupa que haya más tormentas en el futuro, Luyen sonríe y responde: “¿De qué voy a tener miedo? No nos queda nada más que perder”.