Tracy tiene 20 años, vive en la provincia de Masvingo y es la menor de nueve hermanos. Sus padres, quienes se han dedicado a la agricultura toda la vida, no valoraban la educación, especialmente la de sus hijas. Todas las hermanas mayores de Tracy tuvieron que dejar de estudiar para casarse y Tracy habría seguido el mismo camino si no se hubiera inscrito en el programa de apadrinamiento de Plan International cuando tenía ocho años.
Plan International apoyó la educación de Tracy pagando sus estudios desde que comenzó
la escuela, así como los uniformes y materiales escolares. Aun así, su padre quería que dejara la escuela y se casara pronto como sus hermanas.
“Terminé mi educación básica en 2016 y conseguí aprobar 3 asignaturas. Pero todas mis esperanzas se vieron truncadas porque no conseguí aprobar las 5 asignaturas que se requiere para matricularse en la enseñanza superior. Mi padre no podía permitirse enviarme de nuevo a la escuela, así que tuve que quedarme en casa cuidando el ganado y ayudando a mi madre en las tareas domésticas”.
Tracy pensó en irse a Sudáfrica, donde varios de sus amigos habían viajado ilegalmente, para buscar un trabajo, pero su madre s lo prohibió, algo que ahora agradece. “A menudo nos cuentan que han detenido a mis amigos por no tener los papeles que se requieren para trabajar en ese país. Mi madre me animó a seguir concentrada, ya que ir a Sudáfrica empeoraría mi situación”
Una oportunidad para aprender
Un día, en una reunión comunitaria, Plan International fue a hacer una presentación sobre un programa de empoderamiento económico que ofrecía alfabetización, formación profesional y emprendimiento. Tracy decidió solicitar el curso y se emocionó cuando fue seleccionada.
“Me invitaron a participar en un curso de sastrería, porque había sido una niña apadrinada y también porque sabían que soy una persona disciplinada y trabajadora, y que me apasiona la costura, que elegí como asignatura en secundaria”.
Tracy participó junto con otros 25 alumnos en un curso de un mes de duración en el que aprendió a confeccionar patrones, a tomar precauciones de seguridad y a confeccionar prendas de vestir utilizando diferentes máquinas de coser. También tuvo que encontrar un puesto de trabajo: “conseguí una plaza en un hogar infantil donde adquirí experiencia y aumenté mi confianza”.
A esto le siguió una formación empresarial que ayudó a Tracy a crear un negocio y a ahorrar e invertir su dinero.
Haciendo realidad un sueño
Ahora Tracy tiene su propio negocio, especializado en ropa tradicional africana y en uniformes escolares y eclesiásticos. En un buen mes puede llegar a ganar hasta 100 dólares.
“Mis padres y la comunidad en general me respetan y me tratan como a una adulta. Ahora puedo comprar comida para mi familia y medicinas para mi madre, que tiene diabetes e hipertensión. Además, pago las matrículas de los hijos de mi hermana, que están en primaria”.
Planes de futuro
Ahora que tiene recursos económicos, Tracy ha decidido retomar sus estudios para obtener el certificado que necesita. “Como empresaria, he aprendido a soñar en grande, así que dentro de cinco años quiero ser una reconocida diseñadora de moda”.
Tracy también quiere ampliar su negocio de cría de pollos, que inició en mayo de 2019. “Actualmente, tengo 25 pollos que compré con los ingresos de mi empresa de costura. También seguiré pagando las matrículas y otras necesidades escolares de los hijos de mi hermana, que está divorciada y en paro”.