No vale la pena enviarte a la escuela. Te acosan por el simple hecho de salir a la calle. Vales más o menos según el hombre con el que te casas o los hijos que tengas.
Estas son algunas de las mentiras que se les dice cada día a las niñas de todo el mundo. Millones de niñas tienen la impresión de que no tienen no valen nada por ell simple hecho de ser niñas.
A Mónica, de Sudán del Sur, le dijeron que su futuro dependía de un intercambio por vacas. El ganado se utiliza a menudo como pago de la dote, algo que Mónica descubrió cuando su tío quería venderla en matrimonio para pagar la deuda de las vacas utilizadas para comprar a su madre, 15 años antes.
“Cuando tenía 15 años, tuve un problema muy grande: había un hombre que quería casarse conmigo”, dice. “Este hombre era nuestro vecino. Ya tenía dos esposas, pero vino para hablar con mi padre y mi tío”.
Al principio, el padre de Mónica se negó, pero como su tío era quien había pagado la dote de la madre de Mónica 15 años antes, le dijo a su hermano que tenía que pagar su deuda vendiendo a Mónica.
En ese momento, las cosas empeoraron aún más para Mónica. Otro hombre vino a pedirla como esposa. Su padre quería dársela al primer hombre, pero su tío quería dársela al segundo porque sus vacas eran mejores.
Nadie escuchaba lo que Mónica quería: seguir estudiando. Seguir siendo una niña.
“Estaba muy disgustada”, dice. “Ni mi padre ni mi madre me apoyaban. Sólo querían que me casara”.
En Sudán del Sur, así como en muchos lugares del mundo, el matrimonio infantil obliga a las niñas a abandonar sus sueños. Las niñas viven en una mentira; se las compara con objetos que se compran y se venden.
Plan International trabaja en Sudán del Sur para mantener a las niñas en la escuela y garantizar el apoyo económico a sus familias. Alumnas como Mónica reciben raciones de comida para compartir con sus familias como incentivo para que los padres dejen que sus hijas sigan estudiando, en lugar de obligarlas a casarse.
Cuando el padre de Mónica fue al colegio para casarla, la directora, la hermana Orla, se negó. Dijo que solo permitiría que Mónica abandonara la escuela si el Ministro de Educación enviaba una carta dando su permiso.
Como la hermana Orla se opuso al matrimonio forzado de Mónica, su padre y su familia acordaron no obligarla a casarse. Sin embargo, su tío seguía amenazando con que se la llevaría por la fuerza para casarla de todos modos.
“Me siento más segura en la escuela porque nadie puede atraparme allí”, dice Mónica. “Quiero seguir estudiando, así que espero que mi padre no se rinda y siga apoyando mi educación”.