UN AÑO DE PANDEMIA: TRABAJANDO INCANSABLEMENTE PARA PROTEGER LOS DERECHOS DE LA INFANCIA

El 11 de marzo de 2020 el mundo cambió. La Organización Mundial de la Salud (OMS) calificó la crisis sanitaria del coronavirus como pandemia, después de varias semanas de incertidumbre e informaciones contradictorias. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, mostraba ese día su “profunda preocupación tanto por los niveles alarmantes de propagación y gravedad, como por los niveles alarmantes de inacción”.

En un año, la pandemia y las medidas para mitigar la propagación del virus, como la interrupción de las actividades no esenciales y la imposición de estrictos confinamientos, han causado estragos a nivel mundial y han transformado nuestra manera de trabajar, relacionarnos, pasar nuestro tiempo libre e, incluso, estudiar. Casi 1500 millones de estudiantes se vieron afectados en el punto máximo de cierres de los centros educativos a nivel mundial.

En España, el 13 de marzo, el presidente del Gobierno anunció la decisión de aplicar el estado de alarma en todo el país para contener el avance de la Covid-19; una medida que entró en vigor el 15 de marzo de 2020, y que dio paso a un confinamiento domiciliario que afectó a más de 9,5 millones de estudiantes en el país.

EL FOCO DE NUESTRA RESPUESTA: PROTEGER A LA INFANCIA MÁS VULNERABLE

Los equipos de Plan International han desafiado las dificultades derivadas de la pandemia para llegar a alrededor de 72 millones de personas en todo el mundo, con apoyo a través de trasferencias en efectivo; reparto de alimentos; kits de higiene y educación; campañas de sensibilización y promoción de higiene; creación de espacios seguros para la infancia; instalación de estaciones de lavado de manos; orientación a padres, madres y cuidadores; apoyo psicosocial a la infancia más vulnerable, así como a los Gobiernos y autoridades sanitarias y educativas, entre otras cuestiones, en los 75 países en los que trabajamos.

Desde el primer momento, nos hemos enfocado en mitigar los efectos secundarios de la pandemia con el fin de evitar consecuencias irreparables a largo plazo en la educación, los derechos, el bienestar y el desarrollo de los niños y las niñas, así como en los medios de vida de sus familias y comunidades.

GIRLS IN CRISIS

“Ahora que no vamos a la escuela, pasamos más tiempo en casa. A las niñas y mujeres siempre se nos pide que hagamos las tareas domésticas, y, si no lo hacemos, nos castigan”, cuenta Lixiana, 17, de Nicaragua. 

La pandemia de la Covid-19 ha puesto en peligro los avances conseguidos en las últimas décadas en la defensa de los derechos de niñas y adolescentes. Ya antes de la pandemia, debido a la desigualdad y la discriminación, 130 millones de niñas en todo el mundo no iban a la escuela y este año, hay 11 millones de niñas más corren el riesgo de no volver nunca a clase debido a la crisis, lo que afecta especialmente a las niñas de niveles socioeconómicos más bajos.

Ante la reducción o desaparición de los ingresos, las familias no pueden afrontar los costes de la educación y dejan a sus hijas a cargo de la casa, la familia y las tareas domésticas. Esta situación las expone a múltiples peligros como la violencia y los abusos dentro y fuera del hogar, el matrimonio infantil, la mutilación genital femenina, la falta de acceso a servicios de salud sexual y reproductiva y los embarazos adolescentes no deseados. 

Por eso, desde el estallido de la emergencia nos hemos enfocado en evitar que esto suponga un retroceso para las chicas en situación más vulnerable, apoyando directamente a 20 millones de personas – especialmente niñas y mujeres jóvenes – en 52 países.

“En casa no tengo una mesa para estudiar y mis padres no tiene tiempo para enseñarme como en la escuela”, explica Fahad, de 12 años, y uno de los 10.600 niños y niñas que han recibido materiales educativos en nuestros repartos en los campamentos de refugiados de Rhino y Bidibidi, en Uganda.

También hemos apoyado la educación a distancia en 50 países ofreciendo clases virtuales y distribuyendo materiales educativos, como radios, libros, cuadernos y lápices, para que los niños y las niñas pudieran seguir estudiando desde sus casas. En sierra Leona, donde la mayoría de los hogares no pueden permitirse una radio, repartimos 25.000 radios solares para que las niñas y adolescentes pudieran seguir las clases a distancia.

Además, hemos trabajado con el profesorado, los padres y madres, los servicios de salud y otras organizaciones para que los niños, niñas y adolescentes reciban apoyo educativo durante la crisis.

#QUENADIESEQUEDEFUERA

“Mi padre ha trabajado durante 15 años, pero como no tenía contrato, no tiene jubilación ni nada. Nos queda algo, pero estamos pasando hambre”, relataba Bea, una joven de 18 años durante el confinamiento en España. 

Bea es una de las 2.000 participantes en nuestro programa #QueNadieSeQuedeFuera, cuyo objetivo es garantizar el acceso a productos básicos, apoyo psicosocial y emocional y acciones formativas online en competencias sociolaborales a adolescentes en riesgo de exclusión en España. En total, llegamos a casi 8000 personas, directa e indirectamente, en 18 ciudades de 10 comunidades autónomas.

Coincidiendo con el inicio del verano, pusimos en marcha el Veraneo Tech’20: campamentos urbanos para que niños y niñas de contextos vulnerables de entre 10 y 17 años disfrutaran de actividades de ocio educativo para abordar aspectos que durante el confinamiento se vieron gravemente afectados: la brecha educativa y competencias digitales, el bienestar emocional, las relaciones sociales y las oportunidades laborales.

“Quiero ser ingeniera de mayor y la programación me va a ayudar mucho en mi futuro”, nos contaba una de las participantes.

A través de los talleres, tratamos de acercar a los niños, y especialmente a las niñas, a la ciencia, el arte y la tecnología para acabar con la brecha digital de género desde un punto de vista lúdico que despierte su imaginación, consiguiendo con ello un alto grado de motivación y un gran éxito en los resultados.