“Cuando tengo la regla, me levanto muy temprano, antes que los demás, para lavar mi ropa y mis sábanas”, cuenta Angel, una refugiada burundesa de 14 años que vive con su padre de acogida en el campamento de refugiados de Tanzania. “Solo me puedo permitir usar una compresa al día. Me preocupa estar cerca de otras personas o ir a la escuela por si se me mancha la ropa y se burlan de mí”.
Un paquete de compresas cuesta alrededor de 1,60€ en el campamento de refugiados, lo que supone un gasto enorme para las familias. La mayoría de los padres prefieren gastar el poco dinero que tienen en comprar comida.
Angel es una de las miles de niñas y mujeres del campamento que tienen dificultades para acceder a productos de higiene menstrual. La mayoría usa trozos de tela o algodón, y muchas veces les da tanta vergüenza que dejan de participar en todo tipo de actividades: educativas, sociales y económicas.
Además de enfrentarse a las cuestiones prácticas para gestionar sus períodos, las niñas también tienen que hacer frente al estigma de la menstruación. En muchas familias, a las niñas que están menstruando no se les permite acercarse a los hombres porque se las considera impuras. Como es un tema tabú, en las familias no se habla sobre la menstruación, ni siquiera entre las mujeres.
“Cuando me vino la regla, mi vida se convirtió en una pesadilla porque no tenía acceso a productos para gestionar mi higiene personal. Pasaba vergüenza en la escuela y ni siquiera tenía cuadernos u otros materiales para estudiar, así que dejé la escuela”, explica Citigestse, una refugiada de 23 años.
Aunque supone muchos peligros, muchas mujeres y niñas recogen leña para comprar compresas. “No es algo seguro porque los hombres nos persiguen en el monte, algunas de mis amigas han sufrido abusos y a veces nos detiene la policía porque cortar leña es ilegal”, nos cuenta Angel.
Para hacer frente a algunos de estos problemas, Plan International, con el apoyo económico de Unicef, está impartiendo formación en materia de higiene a las niñas y mujeres jóvenes del campamento. Además, les está entregando kits de higiene menstrual que incluyen cubos, vaselina, jabón para la ropa, esterillas de plástico, ropa interior y compresas reutilizables.
“Ahora tengo más confianza y puedo ir a la escuela, jugar con mis amigos e incluso hacer mis tareas sin preocuparme por cómo gestionar mi menstruación. También estamos más seguras porque ya no tenemos que ir al monte a recoger leña. Agradezco todo el apoyo que he recibido de Plan International. Espero que continúe para que más niñas puedan ir a la escuela y estar protegidas frente a la violencia”, dice Ángel.
En el caso de niñas como Citigestse, que han abandonado la escuela, estamos apoyando su regreso a las aulas mediante un programa de orientación. Tras varias sesiones, Citigestse aceptó volver a la escuela y recibió un kit de higiene menstrual, así como materiales escolares y una lámpara solar para que pueda estudiar por la noche.
“Me siento privilegiada por tener esta oportunidad. Recuerdo que antes tenía mucha vergüenza, pero ya la he superado gracias al programa de orientación. He retomado mis estudios y siento que ahora puedo inspirar a otras chicas que están pasando por lo mismo que yo. Mi sueño es ser profesora porque quiero ayudar a transformar la vida de otras niñas”, concluye Citigestse.