“Quiero ser abogada y ayudar a mi comunidad”

Saida, de 19 años, es la primera integrante de su familia en llegar a la universidad y, además, es la primera mujer de los Achíes, un grupo étnico de origen maya, que aspira a ser abogada y notaria. En 2020 esta joven combinó su primer año en el Centro Universitario de su municipio con la Escuela de Empoderamiento Político y Liderazgo para Niñas, Adolescentes y Mujeres Jóvenes Indígenas, impulsada por Plan International en Guatemala.

Saida es una chica decidida que, a diferencia de otras de su comunidad, cuenta con el apoyo de sus padres para conseguir su sueño de sacarse una carrera universitaria. Uno de sus objetivos en la vida es servir a otras personas. 

Su familia vive gracias a la venta de algunos artículos básicos, como materiales para la construcción y maní y limones. Para el consumo familiar, cultivan maíz y frijoles, entre otros.

El padre de Saida emigró hace un tiempo a Estados Unidos, donde trabajo como peón de obra. Ahora, de nuevo en Guatemala, se dedica a la agricultura.

“Muchas personas se han quedado sin trabajo por la pandemia, como los conductores de autobuses o las personas que venden en la calle, y eso ha traído más pobreza”, dice.

De presencial a virtual 

La pandemia ha cambiado la forma de Saida de estudiar y de relacionarse con sus compañeras.

“No es fácil estudiar y llegar tan lejos”, comenta la madre, quien se casó a los 17 y a los 19 ya era madre de dos hijos. Por eso, que Saida se haya matriculado en la universidad, es un logro extraordinario. Por su parte, el padre no consiguió terminar los primeros seis años de primaria. 

Durante el 2020, Saida solo fue dos meses a clases presenciales y tampoco pudo continuar en esta misma modalidad con las sesiones de Plan International, a los que ahora asiste de forma online.                                                                

Según cuenta, lo más complicado de atender a clases de forma online es la mala señal que hay en su comunidad. No obstante, siempre se las ha arreglado para no perderse ningún evento, como en el Encuentro Regional de Juventud, o en el Encuentro Nacional de Juventudes Indígenas, al que asistió presencialmente en febrero en Ciudad de Guatemala, donde convivió con chicas y chicos de Quiché, Baja Verapaz y Alta Verapaz. 

Cuando no está repasando sus apuntes de clase o leyendo, se dedica a tejer güipiles (blusas) y a escuchar la música que más le gusta.

Venciendo barreras 

Saida está decidida a no repetir los mismos errores que sus hermanas. Una de ellas, cuenta, comenzó a convivir en pareja siendo menor de edad. “El matrimonio no es cosa de niñas”, remarca como una de las lecciones aprendidas en la Escuela de Empoderamiento y sobre lo que ha conversado con Aylin, su hermana menor y a quien casi dobla en edad. “Ahora quizá no lo comprenda, pero lo entenderá cuando crezca un poco más”, aclara. 

La aspirante a jurista habla con soltura del período menstrual, los derechos sexuales y reproductivos, el autoestima, sus proyectos de vida, los estereotipos de género y sobre las diferentes violencias que sufren las niñas y adolescentes. 

Aspiraciones definidas 

Para Saida, participar en la Escuela de Empoderamiento le ha ayudado a entender mejor su entorno y a participar en puestos de toma de decisión. “Tenemos derecho a conocer los presupuestos locales y municipales”, explica. 

“Me siento bien contando mi historia”, reflexiona la aspirante a abogada y notaria. También le llena de orgullo contar sus sueños “quiero poner una oficina en mi comunidad y ayudar a la gente con sus trámites, sin cobrarles en exceso, como hacen algunos abogados de la zona”.