La crisis alimentaria en Cabo Delgado está provocando que Amina, que está en tercero de primaria, vaya a clase casi todos los días con hambre. Junto con su familia, vive en un centro de reasentamiento desde febrero de 2021, pero aun no se han podido inscribir para recibir raciones de alimentos.
El número de comidas que Amina, de 11 años, y su hermana menor, que está en primero, pueden hacer un día normal depende de lo que le den sus vecinos. “Cuando les sobran alimentos, comemos unas dos veces al día. Otras veces, mi hermana y yo no comemos; y otras, le toca a mi madre quedarse sin comer”, cuenta.
Cuando tiene que describir un día normal, cuenta que, cuando se despierta, se viste para ir a la escuela. “Voy andando con mi hermana. Después de clase, limpio la casa y cocino porque normalmente mi madre tiene que ir al hospital”.
Amina disfruta con sus estudios: “Me gusta responder a las preguntas. También se me da muy bien escribir”, continúa.
Su padre, Anli Saide, explica: “la tierra [aquí] está muy seca. Incluso la gente que tiene terrenos, está encontrando muchas dificultades porque no llueve y el suelo no es bueno para cultivar. La situación es realmente mala”.
“Vinimos aquí con otra familia. Están en la lista para recibir alimentos, así que, cuando consiguen comida, la comparten con nosotros. Pero la comida es muy poca. Nuestros hijos e hijas comen lo justo para sobrevivir”.