Las supervivientes del tráfico infantil: Karina

Cada hora, una niña o mujer en Nepal es víctima del tráfico. Esta es la historia de Karina, que fue secuestrada cuando caminaba por la calle.









“Me llamo Karina, tengo 18 años y así comenzó mi historia:

Un día decidí irme de casa. Había peleado con mis padres y mi madre me había regañado, así que me enfadé mucho y me fui.  Estaba caminando por la calle cuando dos hombres me secuestraron en una furgoneta y me dieron algo que me dejó inconsciente.

Me hicieron cosas horribles, ambos, y después me llevaron muy lejos, a la selva, y allí también me hicieron cosas horribles. Yo sólo tenía 15 años.

Después de eso, uno de ellos me llevó a su casa, tendría unos 50 años, y me dijo que no podía decirle a nadie lo que me habían hecho o me mataría. Así que cuando su familia preguntaba quién era yo, les decíamos que era su esposa.

Un día me llevó a casa de su hermana y traté de pedirle a la gente que me ayudara, pero él se dio cuenta y me amenazo: me dijo que si se lo decía a alguien, me llevaría en ese momento a la selva otra vez y me mataría.

Un día conseguí escapar de su casa, pero me encontró en la carretera y me llevó de vuelta a su casa. Después de eso me llevó a Delhi y allí me golpeaba casi todos los días y me hacía cosas muy malas, a veces traía amigos a casa que también abusaban de mí. Me golpeaba todos los días, me tiraba del pelo, me insultaba y también hizo planes de venderme. No me dejaba sola ni un momento y me amenazaba para que no le dijera nada a nadie.

me dijo que si se lo decía a alguien, me llevaría en ese momento a la selva otra vez y me mataría.

Un par de veces me dijo cosas malas sobre mi familia y eso sí que no podía tolerarlo, así que le grité y lo insulté, pero después vinieron palizas terribles. No tenía escapatoria, no tenía a nadie, ni los vecinos ni los caseros sabían que había sido secuestrada y llevada allí a la fuerza.

Pero una noche me golpeó tan fuerte que lloré toda la noche y los caseros me escucharon, era una pareja. A la mañana siguiente, cuando me quedé sola, vinieron y me preguntaron qué pasé y les puede explicar todo, esa era mi única oportunidad así que les conté todo desde el principio y me ayudaron a escapar.

Me quedé en un hostal de Delhi por dos años en los que me sentía muy mal físicamente. Los médicos me hicieron todo tipo de exámenes y analíticas, pero no conseguían diagnosticar nada. Al final, me sentí mejor y pude volver a Nepal, donde por fin pude hablar con mi familia. Pronto empezaré a tomar clases de sastrería y comenzaré a hacer collares para vender.

Le agradezco mucho a la gente de ese hostal que me permitió quedarme todo ese tiempo. Si estoy viva es gracias a ellos. Hay muchas chicas atrapadas y todos deberíamos tenderles una mano. Todos los hombres que les cosas así a las chicas deberían estar presos”.