Cada hora, una niña o mujer en Nepal es víctima de tráfico. Esta es la historia de Laxmi, que confió en un desconocido y fue vendida a una red de tráfico.
“Me llamo Laxmi y tengo 20 años.
Todo comenzó cuando un hombre me llamó por teléfono. Al principio pensé que se había equivocado, pero ahora lo dudo. La primera vez le dije que no lo conocía, pero él siguió llamando y empezamos a hablar. Me dijo que vivía en India y me invitó a visitarlo, también me presentó por teléfono a una chica y me dijo que era su hermana, ambos me decían que fuera a India a buscar trabajo porque había mucha demanda.
Después los conocí en Katmandú y volvieron a ofrecerme que los visitase en Delhi. Me dijeron que podíamos ir todos juntos. En ese momento confié en ellos, tenía casi 16 años, era demasiado joven.
Ambos me llevaron a India. Yo sólo quería conocer el país. El viaje fue muy largo, nos tomó entre dos y tres días en autobús y dos días más en tren y durante todo el camino ellos sólo hablaban en hindi y yo no los entendía. En India estaba la red de tráfico, me llevaron a casa de la chica, que también era nepalí, pero hablaban siempre en hindi y yo no entendía lo que decían. El hombre después se fue, pero me quedé con ella. Después me enteré de que no era su hermana, sólo eran amigos.
Me encerraron en una habitación y él me dijo que tenía que quedarme con ella y él vendría a verme después, había dos chicas nepalíes más en esa casa.
Un día se llevaron a las dos chicas y me dijeron que ellas ya habían encontrado trabajo, no me dijeron que tipo de trabajo era o dónde iban, pero me quedé sola. Normalmente cerraban la habitación con llave cuando salían a trabajar. Después me enteré de que esa mujer vendía a chicas como yo.
Más adelante, ella apareció un día y me dijo ‘ahora te tocará trabajar a ti también’, cuando le pregunté en qué consistía el trabajo, me dijo que tendría que hacer cosas horribles con hombres, yo le dije que no quería, pero ella no me escuchó. Me llevó a otro sitio y me entregó a otra mujer, que me llevó a un cuarto y me dijo que tendría que vivir allí, me dijo que me maquillara y me dio varios vestidos muy cortos.
No me gustaba esa ropa, me sentía fatal. Allí me encontré a otras chicas nepalíes que me dijeron que no había manera de escapar y que si no aceptaba, el dueño me quemaría con cigarrillos y que si no hacíamos el trabajo, podrían matarnos.
Normalmente cerraban la habitación con llave cuando salían a trabajar. Después me enteré de que esa mujer vendía a chicas como yo
Había vigilantes en todas las puertas, así que no había manera de escapar. No nos permitían tener teléfonos móviles, pero una de las chicas tenía uno escondido y me permitió llamar a mi familia. Conseguí hablar con mi hermana y ella hizo lo posible por rastrearme desde Nepal.
Los hombres venían todos los días pero yo no estaba preparada para ese tipo de trabajo, así que el resto de chicas nepalíes me escondían para que no tuviera que irme con ellos. Cuando el dueño se enteraba, se molestaba con ellas.
Volví a hablar con mi hermana, que fue a la policía a reportar que me habían vendido y llevado a India. Pero el proceso tomaba tiempo, ya llevaba dos semanas allí y el dueño me gritaba todos los días en hindi, me pasaba todo el tiempo llorando y escuchando sus gritos, pero no había cómo escapar, nadie podía ayudarme.
Un día llegó la policía e hizo una redada, pero nos escondieron y no pudieron encontrarme. Tenían un cuarto oscuro en el sótano para escondernos y no pudimos poner resistencia. Paso casi una semana hasta que volvió la policía con una representante del refugio en Nepal y esta vez me encontraron. Traían con ellos una foto mía.
Después de eso estuve en un hostal de Delhi por siete meses y en un albergue de Katmandú por dos años. Allí hacía collares que luego vendíamos. Ahora vivo con mi hermana y su hija. No he pensado mucho en el futuro, pero intentaré conseguir un trabajo.
Nunca pensé que esto podría pasarme a mí. Estaba devastada y sólo quisiera decirles a todas las chicas que no confíen en ningún desconocido”.