Crece la sombra sobre los derechos de las niñas.

En la conferencia de Beijing, de la que se cumplen 25 años, se fijaron objetivos ambiciosos para alcanzar la igualdad. Ahora, los avances conseguidos para las mujeres y las niñas están en peligro.





A mediados de los años 90, el mundo se acostumbraba a escuchar que “los derechos de las mujeres son Derechos Humanos”, después de que se pronunciara alto y claro en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, en Beijing. Esta reunión, que acogió a 17.000 participantes de todo el mundo, consiguió el histórico compromiso de 189 países de adoptar una agenda para promover los derechos de las mujeres. Sin embargo, los avances conseguidos desde entonces para las mujeres y las niñas ahora están en peligro.

En la conferencia de Beijing  de la que se cumplen 25 años se discutieron problemáticas fundamentales y se fijaron objetivos ambiciosos para conseguir la igualdad, al punto que hoy en día sigue siendo una referencia en la defensa de los derechos de la mujer: la pobreza, el acceso a la educación, la violencia contra niñas y mujeres, su papel en la lucha por un planeta más sostenible, su participación social y su acceso a roles de liderazgo, entre muchos otros que todavía siguen siendo retos importantes para la comunidad internacional.

Para medir la evolución de estos objetivos estratégicos se fijó una serie de encuentros de seguimiento cada cinco años y, desde entonces, se han conseguido avances importantes: menos niñas en el mundo son forzadas a casarse y más países prohíben el matrimonio infantil, más legislaciones contemplan todas las formas de violencia de género y protegen a mujeres y niñas, la mutilación genital femenina es cada vez menos frecuente y, aunque todavía queda un largo camino por recorrer, los indicadores en materia de educación, derechos sociales y situación económica seguían una evolución positiva.

Y entonces llegó 2020. Mientras preparábamos encuentros de aniversario y discursos instando a acelerar el progreso, el mundo cambió por completo. Las medidas de confinamiento que impusieron casi todos los gobiernos del mundo para controlar pandemia por COVID-19 interrumpieron la educación de millones de niños y niñas, invisibilizaron muchas violaciones de los derechos de la infancia, silenciaron sus necesidades específicas y pusieron en riesgo sus oportunidades de futuro, dejando a las niñas y mujeres jóvenes particularmente vulnerables.





En muchos países, ellas son las últimas en poder acceder a la escuela y las primeras en perder este derecho cuando ocurre alguna emergencia. De hecho, el último informe de Plan International, “Vidas interrumpidas: el impacto de la COVID-19 en las niñas y las jóvenes”, que recoge experiencias de más de 7.000 niñas y adolescentes de 14 países, incluido España, indica que la “peor” consecuencia de la pandemia, según el 62% de las niñas y adolescentes, es no haber podido ir a la escuela o la Universidad. Para ellas, además de perder su educación, esto significa la pérdida de acceso a servicios necesarios como alimentación, productos de higiene menstrual o mecanismos de protección contra distintas formas de violencia.

Incluso las que pudieron seguir con su educación a distancia, deben enfrentar más obstáculos debido a la brecha digital de género. La diferencia de acceso a internet entre hombres y mujeres alcanza el 32.9% en los países menos desarrollados y en regiones como el sur de Asia, las mujeres tienen 26% menos probabilidades de tener un teléfono móvil. Además, al pasar más tiempo en internet, las niñas y jóvenes también están expuestas a más riesgos: tienen 27 veces más probabilidades de sufrir acoso online que sus compañeros.

Pero lo que preocupa a muchas de las chicas encuestadas, y debería preocupar a la sociedad en su conjunto, son las consecuencias que tendrá la pandemia para su futuro en un mundo en el que ellas ya parten con desventajas a la hora de incorporarse al mercado laboral o emprender sus propios negocios: creen que la pandemia reducirá sus oportunidades laborales (el 33%), afectará a sus ingresos (el 25%) o les obligará a abandonar su educación (19%).

La generación que está viviendo el confinamiento en una etapa crítica de transición es una de las más vulnerables a sus efectos, y debe ser reconocida en los esfuerzos para la reconstrucción. El 29% de las chicas cree que la pandemia es “una oportunidad para crear un mundo mejor”, igual que todas las personas que se reunieron hace 25 años en Beijing para diseñar una ruta hacia la igualdad. Pero solo si garantizamos la educación, la protección y el futuro de la niñas y adolescentes, incluyéndolas y dándoles voz en las medidas de respuesta y salida a esta crisis, podrán tener la oportunidad de ser quienes nos guíen en otros 25 años de progreso.